Mientras en la Ciudad Imperial se disponen a disfrutar de las ventajas que supondrá a todos que haya sido nominada Capital Española de la Gastronomía, Talavera de la Reina lucha contra su derribo al tiempo que los habitantes de la urbe se lamen sus heridas y sueñan poco menos que en convertirse en la Serbia de Castilla- La Mancha.
Hace ya muchos años, cuando el genial periodista Eladio Martínez Montoya estaba en su plenitud, caló en la ciudad una ola de pesimismo porque sus principales fuentes de ingresos y de empleo no quisieron o no atinaron a renovarse. Gente, por citar uno de los muchos ejemplos, que no colaboró para que el polígono industrial gozará de un escenario ideal fue premiada, años después, con ciertos favores y así se aumentó la desigualdad entre el comercio. Ahora, medio siglo después, se vuelve a escribir lo mismo que el desaparecido y recordado Eladio redactó en el pasado siglo.
Hasta se ha abierto una página para que los talaveranos expresen sus quejas en vez de confeccionar alguna para que viertan sus ideas, ya que –por lo que olfateo- en el equipo local de gobierno no parecen abundar y las fuerzas vivas no quieren ponerse a pensar. Y así, hemos visto como la Corredera, cuatro años después, puede ser peatonal cuando en la anterior legislatura se negó. Todavía anda el equipo de gobierno intentando hacer algo con el Mercado de Abastos y otros proyectos que se tildaron de grandes temas duermen el sueño de los justos.
Siempre presumió Talavera de su Mercado Nacional de Ganado y ahí tenemos en lo que ha quedado. Y soñó con ser el referente ferial de la región. Se construyó un pabellón ferial envidiable y está inutilizado porque no hay ideas que le relancen. Ahora el alcalde anda preparando un decálogo reivindicativo. Es verdad que la ciudad necesita ayuda, apoyo para acabar con la lacra del paro, pero también iniciativas y acción de gobierno, que finalicen con la desesperanza que abunda en una urbe que podría mirarse en el espejo de Toledo en lo que a iniciativas se refiere.
