Recuerdo aquellas películas americanas en las que un anciano de larga y deshilachada barba blanca se mece en una chirriante silla. El viejo mira los rastrojos pasar al mediodía abrasador del desierto de Nevada. El hombre de camisa a cuadros raída tiene a su lado un herrumbroso arma apoyado en la pared. Los ladrones están merodeando por el condado y pueden llegar en cualquier momento. Un día el pueblo fue próspero y rico, habitantes de otras tierras venían a probar fortuna en las incipientes granjas y el comercio.
Luego un día comenzaron a llegar charlatanes que vendían humo. Traían ungüentos con los que decían curar el dolor de muelas y el dolor de espalda. Pronto empezaron a llevarse los ‘general store’, hicieron yermas las cosechas, se llevaron el ganado y redujeron la frecuencia de los ferrocarriles. Eso sí, cada año los charlatanes llegaban al pueblo y prometían al ‘sheriff’ que iban a traer medicinas y pócimas que calmarían la pena.
Hoy en el pueblo sólo queda el viejo, frente a su casa, esperando al atardecer que lleguen los bandidos para robarle lo poco que le queda. El Salón sigue abierto, pero sólo una decrépita camarera atiende a los viajeros que pasan de largo, y se sienta en la barra tal vez esperando que el anciano se muera para también largarse en busca de otros Dorados.
Talavera, al comienzo de los años ochenta, era una ciudad próspera. Sus mercados de ganado eran los mayores de España. Miles de cabezas traían prosperidad al comercio de la ciudad. Sus cultivos daban de comer a muchas familias y se creaban empresas medianas que le hacían ser la ciudad con más empuje de la periferia de Madrid.
Un día se creó la comunidad de Castilla-La Mancha y los charlatanes vinieron a vender promesas que nunca cumplieron. Otros recibieron capitalidades, universidades, juzgados, miles de millones en inversiones y carreteras, AVEs, y empresas pujantes. Talavera recibía tan solo migajas, lo que les sobraba a los demás o retazos de miserias para acallar la boca de sheriffs puestos por los propios charlatanes.
Un día clausuraron su Mercado de Ganado por un capricho de la Junta que legisló expresamente para ello; decían que era más moderno hacerlo informáticamente (que se lo digan a Salamanca, Zafra y Ávila). Su comercio sufrió y su industria local y sin recursos sucumbió a las crisis.
Los charlatanes en 1992 nos mandaron el ‘Documento Bono’, que nunca llegó a cumplirse y durante el gobierno de Barreda se anunció una “lluvia de millones en Talavera” que nunca llegó a precipitarse sobre la ciudad. Hoy nos anuncian una nueva lluvia de millones, el Gobierno Regional admite que hay una deuda histórica por la falta de inversión de décadas… pero a estas alturas los talaveranos sabemos que tenemos que ponernos a la puerta de la casa, mirar los salicores rodando por el erial y sujetar el revólver para que nadie se lleve lo poco que nos queda. Mientras la camarera, con su traje lleno de polvo, espera a que el anciano muera y no cree a los charlatanes que traían el remedio para el dolor de muelas y se llevaron sus ilusiones.
“El Picatel del Tajo”, se olvida de la época más negra y con mayores recortes acaecidos sobre nuestra comunidad autónoma: la del des-Gobierno de Cospedal. Saltamos de Gobiernos socialistas, a de nuevo hoy en día, otro gobierno socialista, el de Emiliano García-Page (aclaro que no soy socialista, ni tan siquiera votante). Javier ¿por qué te saltas la legislatura del PP?. ¿Acaso hicieron algo por nuestra región?. Bueno, hacer hicieron mucho: recortes en enseñanza, recortes en sanidad, recortes en igualdad…, nos multaron por manifestar nuestro descontento por estos recortes. Me refiero a hacer algo bueno. Es evidente que no.