No es casualidad que ya los vetones adorasen a la diosa Togotes en un páramo de álamos cerca del río. Los romanos convirtieron la adoración a la diosa celta, en devoción a Ceres, deidad de las cosechas y la fertilidad a la cual, cada comienzo de primavera llevaban ofrendas o “mondas”.
En el año 602 el rey visigodo Liuva II cansado de que los habitantes de las Tierras de Talavera mantuvieran el culto a Ceres, regaló a la ciudad de Aqüis-Aibura, la imagen de una virgen morena, que al ser colocada en el templo donde los romanos celebraban las Mondas, pasó a llamarse “del Prado”. Los árabes, mucho más cultos y refinados que parte de los que viven en el siglo XXI, respetaron la devoción de los mozárabes a su patrona y con la vuelta de los castellanos en 1083 el culto recuperó todo el fragor de antaño. Durante la edad media y posteriormente el renacimiento y el siglo de Oro, las Mondas, fiesta de los campos talaveranos incrementaron su intensidad y tuvieron algunos visitantes ilustres como el mismo Miguel de Cervantes. Fue en el siglo XX cuando fueron perdiendo rigor y durante algunos años, sólo los pueblos de Pepino, Mejorada, Segurilla, Velada y especialmente Gamonal conservaron la ofrenda.
Es a partir de los años ochenta, cuando gracias a los estudios de entre otros, mi querido profesor Ángel Ballesteros Gallardo, Talavera toma conciencia de que es portadora de un legado milenario. Cuando el Ayuntamiento comienza a apoyar e incrementar las actividades hasta conseguir en la actualidad un renacimiento de la fiesta en la que se congregan los pueblos de las Tierras de Talavera para compartir su unidad, sus peticiones a la Madre María y a celebrar que la primavera llega desde las Cumbres de Gredos, a los páramos de la Campana de Oropesa, La noble Sierra de San Vicente, las hermosas rañas de la Jara, las veredas de los Ibores y las orillas del Tiétar al norte, el Tajo en el centro y el Guadiana al sur.
Es a partir de este momento cuando las mondas, que congregan tres mil personas en su desfile, deben saltar la barrera para convertirse en unas fiestas más populares, en las que los talaveranos creyentes celebremos la protección de la Virgen del Prado y junto a estos, los que no lo son, el advenimiento de la primavera con fiestas y alegría.
Las Mondas son por otra parte una fiesta de acentuación comarcal, de unión de Talavera con sus pueblos y de celebrar que a pesar de que en 1833 nos destituyeron de nuestra unidad política, aún hoy los talaveranos de Ávila, Cáceres, Badajoz y Castilla- La Mancha sentimos unos lazos que ni Javier de Burgos, ni la marginación, ni los que nos relegan en la televisión regional al diferido, nos van a arrebatar jamás.
Celebremos las Mondas como se debe, como siempre hemos hecho los talaveranos de todos los pueblos de esta tierra, acogiendo con cariño y hospitalidad a nuestros visitantes y mostrando lo mejor de nuestra historia y tradiciones, porque Talavera siempre tiene los brazos abiertos.