En Esa puta tan distinguida, de Juan Marsé, todo principia y acaba en la sórdida cabina de proyección del cine de barrio barcelonés Delicias. Corría el mes de enero de 1949, cuando una tarde, Carol se encamina cansinamente al cine, donde esa tarde proyectan Gilda. Ella lleva medias negras, zapatos de tacón alto y una gabardina medio abierta. El público acude a ver la reposición de la película, deseosos de ver a Rita Hayworth, la sobrina (aunque poca gente conocía este extremo) de Rafael Cansinos Assens.
Los espectadores llenan la platea, y la cola para entrar es larga. Carol no tiene ningún interés por la película y no se suma a la cola, sino que directamente sube a la cabina de proyección, donde le espera el encargado. Fermín Sicart, que así se llama, disfrutará de ella y sus servicios a cambio de unas pesetas y una mísera merienda. Todo parece ir bien hasta que algo ocurre entre ellos, y como resultado, Carol es asesinada: estrangulada con un trozo de celuloide de la película Gilda.
Casi cuarenta años después, en el verano de 1982, surge el empeño por parte de alguien de hacer una película en la que se cuenten estos hechos: hay una víctima, Carol, y un asesino. Fermín, reo confieso, quien recuerda perfectamente bien cómo estranguló a su querida Carol (ya lo hemos dicho), sin embargo, ha olvidado por qué. Y es a partir de esta circunstancia cuando la novela de Marsé levanta el vuelo, por decirlo de algún modo, y lleva al lector por los vericuetos del pasado, de la memoria y el olvido, y del franquismo. Destaca a lo largo de sus páginas el espíritu anticlerical que la anima, califica a la industria cinematográfica de esmirriada y la identidad nacional es tildada de patética estafa.
Esa puta tan distinguida
Juan Marsé.
Ediciones Lumen.
ISBN: 9788426402790
240 páginas
21,90 euros
(digital, 12,99)