Hace muchos años, en los albores de mi juventud, un amigo al que sus padres le dejaron solo en casa todo el verano promovió un guateque -que entonces así se llamaba- invirtiendo lo poco que le quedaba en comprar el típico avituallamiento en estos casos. Se amparó en la respuesta de amigos y conocidos del colegio y del barrio para con una módica contribución crematística de cada uno engordar sus fondos y poder aguantar hasta la llegada de sus progenitores. Desde fuera podría verse como un negocio, pero no, fue un alarde de subsistencia de consecuencias nefastas. Fuimos ‘el tato’, yo y dos más. La ruina total.
Estas cosas no se olvidan y esta semana mi hipocampo ha sacado a relucir este hecho que terminó, como no podía ser de otra forma, entre risas y cubata va, cubata viene. Eran otros tiempos ya que de haber sido hoy siempre nos hubiera quedado internet para reclutar fiesteros o vender todo el género…
Decía que me ha venido este episodio vivencial a la cabeza por la denominada ‘Fiesta de la pobreza infantil’, organizada por iniciativa popular en Talavera el pasado sábado y cuyo objetivo era ayudar a las familias que las pasan canutas para dar de comer a sus hijos ahora que se cierran los comedores escolares en época estival, además de recoger firmas en oposición a esta medida. Pues bien, aquí no fue ni ‘el tato’.
Tiene que ser muy triste y frustrante emplear tu tiempo, tu ilusión, aportas ideas y esfuerzos, incluso el dinero que no tienes en tender una mano a los demás y ver que nadie te responde.
Puede que las ganas tornaran en precipitación, que la promoción y difusión no fueran la más adecuadas, que no se tocaran las mejores puertas para encontrar una buena respuesta de la ciudadanía o que el poder de convocatoria presupuesto no fuera tal; de todo en su tanto por ciento habrá, sí. Pero también –compartiendo el parecer de los artífices de la iniciativa- creo que en todo esto subyace un trasfondo político que en plena campaña electoral cobra mayor relevancia por mor de la afinidad de los promotores a cierta ideología en auge desde hace unos años, aunque éstos se empeñaran desde el principio en desvincular la cita con cualquier tipo de propaganda partidista e interesada.
Para más inri, además de lo invertido, para recibir la pertinente autorización municipal los impulsores de esta altruista y solidaria causa tuvieron que apechugar con el pago del seguro de responsabilidad civil: 138 euros. Es preceptivo, obligatorio e ineludible, pero hubiera sido un mínimo y bonito gesto que el Ayuntamiento o cualquiera de los grupos con representación y sueldo municipal, todos ellos invitados a la fiesta y ausentes, hubieran corrido con ese gasto. Qué menos. Por lo menos.
Pero por Talavera no se entiende la ‘altura de miras’ hegeliana porque siempre se va mirando al suelo y sólo se levanta la vista para la pleitesía interesada y, sobre todo, cuando prima el conchabeo y el amiguismo para el mutuo beneficio. Como niños, como siempre.
Al igual que hace treinta y tantos años el fiasco de fiesta no ha podido doblegar -entonces tampoco pudo- a sus mentores y me congratula saber que ya se ha anunciado que habrá una segunda intentona el próximo 2 de julio, día en el que espero que la palabra éxito esté en boca de todos. Nada me gustaría más.