En Inglaterra el verano no es más que un concepto. Es el sueño de libertad vestido con vestidos de flores y bronceado artificial que venden las aerolíneas de bajo coste. Como el calor es sólo ‘de mentira’ sobre las 5.30 ya suelo estar de caminata post-laboral. Poca gente me encuentro por la calle. Estarán haciendo ya la cena. Pero esto del Pokemon ha cambiado el panorama lugareño. Hoy me he topado con varios grupos de adultos y niños. Incluida una señora cargando con un peluche gigante de Pikachu bajo el brazo, para meterse más en el papel imagino. Sólo de observarlos me han dolido las cervicales por pura empatía.
Pokemon me pilló ya de mayor y no lohe visto en mi vida. Confesar debo que nunca pensé que un dibujo animado fuera capaz de alejar a las masas de piscinas y aires acondicionados en mitad de una ola de calor (esto basado en testimonios talaveranos). Según me cuentan es descargarlo y engancharse. Pero yo no tengo tiempo para engancharme a nada más así que de momento, renuncio a mi derecho como ciudadana de disfrutar del invento.
He leído que el juego le saca provecho al impulso explorador que todos tenemos dentro y nos sirve de excusa para salir a caminar. A caminar como zombies. Bendita tecnología que hace nuestras vidas más sencillas, que facilita las comunicaciones, que simplifica miles de tareas cotidianas. Pero ojo con ella que no es tan inocente como parece. Si no podemos hacer nada sin ella, si dispone a su antojo de nuestro tiempo de ocio, y si nos es imprescindible para socializar, hay que rebelarse y tomar el mando!
Exploremos, pero de verdad. Salgamos a caminar observando lo que hay a nuestro alrededor. Busquemos el contacto visual con quien nos encontremos. Comuniquémonos también a la vieja usanza. Hay tanto por descubrir y aprender en la vida que, afortunadamente, una pantalla no nos lo puede resumir.