Empiezo a escribir en este nuevo medio y es de buena educación saludar a todo el que se pare a visitar esta Plaza del Reloj últimamente no muy lustrosa como se encuentra toda Talavera.
Espero encontrar alivio en sus opiniones que ojalá sean generosas con este humilde juntaletras; mucho tiempo llevo escribiendo en prensa a pesar de lo cual al empezar esta aventura lo hago con la ilusión, la emoción y el deseo del que besa unos labios nuevos como decía el Último de la Fila.
A ver, que yo no digo que la gente deje de usar la bicicleta por Talavera, cada uno es muy libre de achicharrarse en julio o pasmarse en enero, a la vez que se juega la vida a cambio del relativo encanto de pedalear subido en una bicicleta; pasa que ciertas cosas que tienen que ver con el aparato de dos ruedas no hay quien las pase y de ellas me quejo. Como son todos ustedes lectores inteligentes rápidamente han comprendido que me expresé mal, que la pobre bici poca responsabilidad tiene de nada, los culpables son quienes las montan. Es que es una lata ir en bicicleta por la calle, aceras incluidas, siendo actividad muy recomendada por cardiólogos, endocrinos y demás miembros del estamento médico; está bien montar en bici ya digo, lo que no está tan bien es pedalear por la acera de la Trinidad-un ejemplo-como si estuviera uno peleando por ganar la etapa al sprint en el mismísimo Tour. Quizá se pueda justificar tan peligrosa e improcedente velocidad por el hecho de que muchos corredores sean muy jóvenes y la juventud ya se sabe, es alocada, impaciente y un poquito inconsciente. De acuerdo, lo que pasa es que si quien monta la bici pasa de los sesenta ya no se le debe considerar propiamente un preadolescente y de éstos hay muchos corriendo en bicicleta por ahí, que das la vuelta a la esquina cuando aparece violentamente un proyectil de dos ruedas que pasa rozándote a escasos tres centímetros. Afeitado en seco creo que se llama eso.
No es agradable. Lo juro.