¿Saben lo que más me gustó de la fabulosa jornada de manifestación de Talavera? Pues no fueron los cuarenta mil asistentes, ni que todo trascurriera sin un solo incidente en una mañana de sol castellano que todos recordaremos. Ni siquiera que ni un solo político corrompiera la convocatoria de una forma u otra, como suele ser su cansina costumbre.
Lo que me hizo más feliz fueron las caras de alegría de mis paisanos, los bailes, los gritos y el flamear de nuestra bandera al ritmo de la jota de Talavera. La sonrisa iluminaba el rostro de todos, sin distinción, gentes de toda clase social e ideología unidas por un sentimiento común de amor a una tierra olvidada que merece mucho más.
Y la risa franca y los abrazos finales de todos los que hemos trabajado en la organización en estos días. Juntos y con un entusiasmo talaverano que no recuerdo desde aquellos años que yo denomino “la Talavera de Tresku”, la de la pujanza, el trapicheo, la de los bares y las tiendas llenas, con las gentes de nuestros pueblos llenando las calles de su querida ciudad de referencia, donde hasta gastaban sus ahorrillos en comprar un piso a sus hijos porque veían a Talavera como un lugar de futuro.
Pero también disfruté con la imagen de los jóvenes llevando la pancarta reclamando ese futuro que ahora se les niega. Y la incombustible marcha de don Aurelio. Fíjense que hasta en esto somos originales los talaveranos en esta España sectaria nuestra, un sacerdote que concitó la unión de todos fueran la ideología que fueran, porque muchos de los más humildes tienen algo que agradecer a la obra de este talaverano, y la justicia no es de derechas ni de izquierdas, la justicia es simplemente justicia.
Y me gustó que una señora de aquellas antiguas tierras que se nos arrebataron con la nefasta división provincial cantara unas coplillas a nuestra ciudad llenas de emoción.
Y me gustaron los aplausos y gritos emocionados de los asistentes cuando dimos vivas a La Jara, a la Sierra de San Vicente, al Horcajo, a la Campana de Oropesa, y hasta uno de esos muchos veratos que colonizaron nuestros regadíos reclamó su vínculo con aquella ciudad que fue capital de una gran comarca natural y económica, hasta que la también nefasta división autonómica nos volvió a partir.
Y permítanme que les diga que viendo tanta esencia de lo bueno de nuestro PUEBLO allí destilada, de este pueblo castellano nuestro, tan sobrio como abierto, mostrando tanta nobleza y dignidad, pensé que a los políticos que nos han gobernado, salvo muy contadas excepciones, debería caérseles la cara de vergüenza, por haber permitido que se llegue a esta miserable situación y porque el pueblo no quería verlos allí como políticos ni en pintura, porque se puede engañar, una, dos, tres veces a la gente, pero no indefinidamente.
Sus cuentos ya no cuelan entre la ciudadanía que ayer salió a la calle y deben darse cuenta de ello, porque si creen que sus estudios, proyectos, zanguangas, fotitos y paripés valen para seguir en sus poltronas, están muy equivocados. Las gentes de las Tierras de Talavera se lo han dicho muy clarito, o ven realidades y presupuestos aprobados en un corto espacio de tiempo o, además de que los autobuses van a llegar hasta el ministerio y el palacio de Fuensalida, pueden pasar dos cosas: que surjan nuevos partidos que les coman la tostada o que en las próximas elecciones haya una abstención masiva. Ellos sabrán.
Esta manifestación es útil, no hagan caso a los cenizos, y para ilustrarlo, nada mejor que lo que contó la entrañable Toñi, que ya estuvo en Nosotros Talavera, cuando le preguntaron en una radio si la movilización serviría para algo y respondió emocionada que gracias a que ella y su marido se movilizaron en aquella ocasión, su hijo había podido estudiar empresariales en Talavera, y ahora estaba trabajando. Más claro, agua.