La manifestación del pasado sábado debería servir para varias cosas. La primera, mandar al retiro forzoso a toda la generación de políticos perfectamente identificada e identificable que lleva medrando décadas en senados, congresos, cortes, diputaciones, ayuntamientos y conseguideros varios. Los que venían a representar a los votantes, a uno y otro lado, y que al final sólo se han representado a ellos mismos, su carrera política y personal con el plácet del partido, eternos colocados en listas, genuflexos ante el poder y que han callado y obedecido, que han sido cómplices en el arrinconamiento de Talavera, cuando no han sido ellos mismos los que han propinado el bajonazo infame a las aspiraciones y necesidades de nuestra ciudad.
Mandar al merecido y trabajado retiro a la generación política responsable –a izquierda y derecha– del escenario denunciado y protestado el pasado sábado, es el primer paso. Higiénico e imprescindible. Pero no el único. El más importante es no perder el respeto a la gente, a la ciudadanía, a las personas que salieron/salimos a la calle a exigir un cambio de rumbo, otra realidad y otro futuro. Porque ahora se puede caer en la tentación de capitalizar a un lado y a otro, de llamar a una unidad que se viene despreciando reiterada y obstinadamente desde lo local; de arrogarse una potestad, colocarse a hurtadillas el primero de una fila, de un movimiento que precisamente ha venido a decirte que no, que no y que no, que así no. A los que gobiernan aquí y a los que gobiernan y olvidan en Toledo. Antes y ahora. Que se acabó llorar aquí y callar allí.
Porque lo que salió a la calle el sábado fue Talavera. Que no se olvide. Ni se desprecie. Ni se utilice. Que tomemos nota aquí. Porque el poder está en la gente, en toda. En la unidad y en la visión de la ciudad que se necesita y se quiere. A Talavera nos ha faltado querernos y sabernos protagonistas. Durante muchos años no hemos sido capaces de reconciliarnos con lo que somos y lo que debemos ser. El sábado se consiguió. Creo que es el mayor triunfo, despertar a la responsabilidad que como ciudad tenemos para dirigir nuestro rumbo.
Ahora toca sustanciar el movimiento generado. No será fácil. El compromiso es crucial. Tenemos poco más de una década para enderezar la derrota de la ciudad. Perdemos mil jóvenes al año, población entre veinte y cuarenta años. Un desastre. Toca analizar el pasado, reconocer los errores de base, encarar el futuro con una visión de ciudad para las dos próximas décadas, y ser capaces de elegir representantes que hagan oír la voz de Talavera en las administraciones donde se reparten presupuestos y se decide. Ahora, ante el estacazo del sábado, ante el miedo… vendrán prisas, escenificaciones, teatrillos varios y más declaraciones huecas, anteproyectos y demás zanguangas acostumbradas. Que no nos engañen más. Hechos y no humo. Talavera ha hecho una raya. Un hasta aquí hemos llegado. Y va en serio.