viernes, 22 noviembre 2024
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Reformas y más reformas, ¿Para qué?

Como es natural, hoy, 6 de diciembre, toca hablar de Constitución. Hay mucho revuelo alrededor de nuestra Ley Básica últimamente, pero como casi siempre, el debate es de puro postureo y sin entrar a fondo en las cuestiones importantes.

Hay muchos que dicen que es necesaria una reforma en profundidad de la Constitución, como si el mero hecho de reformarla supusiera una mejora automática. Es evidente que parecen olvidar que una mala reforma podría llevarnos a empeorar las cosas. Y dados los antecedentes, las capacidades de estos aspirantes a padres de la patria que padecemos en la actualidad me inspiran muy poca confianza. 

Aunque claro, si empezamos a analizar hechos, uno de los más significativos es el de las perogrulladas más reclacitrantes. por ejemplo cuando hoy escuchaba a nuestro presidente, Mariano R., decir que para reformar la Constitución se precisa consenso. Parece que no se hubiese leído los artículos 167 y 168 que regulan los mecanismos de su propia reforma; al fin y al cabo es normal, pues solo parece conocer el famosísimo 155. 

En estos articulos se establecen mayorías de entre dos tercios y tres quintos (habría que hacer una encuesta entre los Diputados y Senadores para ver cuántos saben lo que esto significa) para aprobar dichas reformas. Por eso hablar de consensos y demás vaínas es totalmente gratuito, y sobra…

Si se leyeran la Constitución nuestros amadísimos representantes sabrían que los mecanismos de reforma están muy claros. Por cierto, que todas estas reformas deben ser aprobadas en referéndum, por si alguien no lo sabía; y en algunos casos llevan implícitas la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones generales.

Una vez que nos hemos leído la Constitución, y lo que es más difícil, comprendido lo que dice, nuestros políticos deberían empezar a hacer propuestas sensatas para una nueva redacción. Estoy hasta semejante parte de la habitual coletilla “mejorar el encaje de Cataluña en el resto de España” o aquel otro de “respetar las identidades de las diferentes naciones que componen el Estado español”, y demás mamarrachadas sin contenido que nos cuelan. 

Parece obvio que el modelo territorial de Comunidades Autónomas actualmente está generando más problemas que soluciones. Un político medio serio en la actualidad debería estar proponiendo cuestiones concretas. Por ejemplo, parece que el concepto de un Estado Federal puede ser atractivo para muchos. Pero debemos exigir que nos definan ese Estado Federal. Entre otras cosas delimitando muy claramente qué materias serán responsabilidad de los Estados Federados y cuáles del Estado central. En los países con esta tradición funcionan así, y de ese modo se evitan que la política en sus países se convierta en un continuo mercadeo de transferencias de competencias y recursos.

Por ejemplo, ¿queremos mantener este estúpido sistema sanitario público compuesto por 17 administraciones que pelean entre ellas por los recursos?. Puestos a reformar, quizá aún estemos a tiempo de corregir los disparates que se han consolidado en los últimos 40 años.

Aunque el tema da evidentemente para mucho más, no quería alargarme en exceso; pero tampoco quería dejar en el tintero una de las reformas más necesarias para nuestro país y que parece totalmente olvidada por nuestros amadísimos próceres. Y dicha reforma, ya que parecemos dispuestos a abrir ese melón, es la de la Ley Electoral. 

La Constitución de 1978 consagró un sistema electoral terriblemente injusto a través de las circunscripciones electorales provinciales. Gracias a ello, en nuestra breve historia democrática, los partidos nacionalistas (catalanes y vascos) han visto hipertrofiada su representación, y por tanto, poder parlamentario no en función del número de votantes sino gracias a obtener esos votos agrupados en pocas provincias. Esto ha provocado terribles injusticias, como que IU precise un millón de votos para tener 2 diputados; mientras que otros con poco más de medio millón obtengan 8 o 10; o históricamente cuando el CDS desapareció sin representación parlamentaria con más de 200.000 votos, cifra que permitió a algún partido nacionalista obtener 2 o 3 diputados. 

Esto no solo es injusto; sino que constituye el polvo que ha traído los actuales lodos que nos enfangan. Esa sobre-representación de los partidos nacionalistas los ha convertido en cómodas bisagras para PP y PSOE, a cambio de hacer la vista gorda sobre lo que sucedía en sus Comunidades. Este chantaje al Gobierno Central basado en un injusto reparto de fuerzas ha provocado la inmensa mayoría de desequilibrios actuales entre regiones.

¿Por qué no aprovechamos para introducir una Reforma de verdad en este sentido, ya que estamos en ello?

 

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