viernes, 2 febrero 2024
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César Lamagrande

César Lamagrande.

Esta mañana de invierno que huele a primavera, la cámara de Miguel Betis retrata a uno de esos foráneos que con el tiempo se ha convertido en ciudadano de aquí. Es César Lamagrande, el vaciador que ha consumido toda su vida laboral en la céntrica calle San Francisco, el eje de aquella Talavera comercial que se apaga.

Se inició en el arte de la cuchillería en la Ciudad Imperial, de la mano de su tío –que fue el que le convenció de que cambiara su tierra Galicia por la estepa castellana- y, más tarde, decidió que su taller debería de estar en la Ciudad de la Cerámica. Y acertó.

César da filo saca el filo a una cuchilla.

Ahora, a sus 95 años, recuerda sus vivencias, sus trabajos y sus ventas. No olvida que su arte y su piedra han creado infinitos cuchillos de los duros raíles de tren, que ha afilado las hoces y guadañas de casi todos los agricultores de la comarca y ha enderezado el corte de los cuchillos que se han empleado en las matanzas de los pueblos de la zona.

La cuchillería Lamagrande es uno de los mejores termómetros para medir la temperatura comercial de esta Talavera de nuestros pecados y también como cristaliza el relevo generacional, pues César cedió la manija a su hijo Félix y él continúa esmerándose en hacer las cosas bien, aunque la clientela haya disminuido porque en los campos hay menos hoces y guadañas y las matanzas domiciliarias han desaparecido.

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