La cámara de Betis continúa con su recorrido de Mondas cristalizando algo más que retratos: los sentimientos de Miguel sobre esta tradición que ha hecho historia. Y fruto de ese trabajo recala en esta sección Antonio Batres, el hombre que golpea con su alabarda la puerta principal del ayuntamiento de Talavera para que el alcalde prenda la bandera y se inicie el cortejo.
Antonio Batres encarna la tercera generación de mulilleros de Talavera. Primero fue su abuelo Julián y el segundo su padre Antonio. Las mulas de los Batres estaban dedicadas a la labor en la Vega del Tajo, pero cada tarde de toros se acercaban hasta La Caprichosa para arrastrar a las reses hasta el degolladero.
Y Antonio siempre quiso emular a su padre. Quizá por ello se vistió por primera vez de aguacilillo cuando contaba con siete años de edad. Y desde entonces, en el coso talaverano, despeja el ruedo, encabeza los paseíllos y entrega los trofeos a los diestros que se los ganan.
Habitual en la procesión de los agricultores que cada 15 de mayo se desarrolla en esta ciudad venida a menos, Antonio disfruta con las Mondas. Ya queda lejos aquel año 1981 en el que debutó en el cortejo, pero mantiene la misma ilusión que el primer día. Eso sí, lo hará por primera vez a lomos de Leducado, el semental que sustituye a Emboscado, el pura raza que ha desfilado los últimos 17 años con el cortejo por las calles talaveranas.
Mañana, Antonio vivirá un cortejo más y, después, se retirará para recibir el amor de sus caballos, yeguas y mulas en la cuadra que mantiene con su sobrina María del Carmen. Y allí volverá a recordar la tarde que entregó, en La Caprichosa, una oreja a Paquirri pocos días antes de morir en Pozoblanco.
