No, no te perdono Talavera del padre Tajo. No puedo perdonarte a más que lo intente. Además, para mí, no tienes perdón. Y, aunque sin odios, resentimientos ni acritud he de confesarte con dolor, mi querida Talavera del padre Tajo que, jamás, nunca jamás, te perdonaré. Quizá sean debilidades mías o falta de inteligencia pero no, te lo digo con lágrimas en los ojos y plena impotencia, no puedo perdonarte.
Cuando una de mis queridas hijas, con dos décadas de existencia, tuvo que dejar su lecho, su casa y su familia en busca de porvenir porque en Talavera no había más que miseria, se me descuartizaron mis entrañas y aún sigo llorando de rabia e impotencia.
Cuando mi niña buena, bondadosa, trabajadora, inteligente y llena de coraje tuvo que despedir a su padre y su familia con lágrimas para encontrar una geografía mejor en pos de su futuro, recibí una de las mayores cuchilladas que he sentido. No puedo perdonarte Talavera. Ni te perdono, ni se me olvidará mientras viva.
Mientras, la Talavera del padre Tajo, llena en los despachos de la Plaza del Pan de melones por cabeza, tránsfugas, mentirosos, gandules, interesados e impresentables políticos trincadores, agoniza. No hay Feria, Mondas ni Semana Santa que nos salve porque, no hay inteligencia, perspectiva ni coraje por parte de la Autoridad.
Solo hay radares en casi todas las rotondas para sanciones recaudatorias pero, nunca hay radares para políticos inútiles. ¿Cuando se inventarán los radares para los políticos?
Mi hija, al igual que tantas hij@s, niet@s tuvo que irse lejos de su tierra porque aquí no hay nada, de nada. Solo miseria, suciedad, mentiras, paro, desencanto, cagadas de perros y menos perros, gente pasándolo mal y, eso si, rotondas llenas de radares.
Jamás te perdonaré, Talavera del padre Tajo y, a vosotros, malditos e inútiles políticos, mucho menos.