La cámara de Miguel Betis vuelve a enfocar el alma de un talaverano que pasea su gallardía diariamente por los Jardines del Prado y que respira religiosidad por los cuatro costados. Y es que Matías Moro no puede ocultar su amor por la Virgen del Prado. Y por eso no falta ni un solo día del año que curse su visita a las reina de la ermitas para estar unos minutos postrado de rodillas ante la patrona de Talavera pidiendo por su salud, la de su familia y la de todos sus convecinos.
A sus 97 años de edad, Matías Moro heredó esta devoción por la Virgen del Prado de su padre Félix Moro y también su entrega diaria para atender los negocios. Por ello, Matías Moro dejó su trabajo en Harinera Talaverana cuando ya había cumplido los 90 años y en su curriculum figura que no faltó ni un solo día a la faena. Además, él es el último exponente de aquella saga de empresarios de su familia que llegó a dar 700 empleos en la ciudad allá por los años 70.
La simbiosis que existe entre la familia Moro y la patrona de Talavera hizo posible la donación de las lámparas de forja que iluminan la basílica y distintos mantos que cubren la imagen, además Matías fue presidente en la Coronación de la Virgen del Prado el 30 de mayo de 1957 y su hermana Nines también ha ejercido como camarera de la Virgen.
Cuando está a punto de cumplir una centena de años, Matías Moro sale a las calles, de la ciudad que le vio nacer, enfundado en su elegancia para saludar a sus conocidos con la exquisita amabilidad de siempre y caminar sus tres kilómetros diarios.
A su edad, está como una rosa. Y el secreto para mantener su estado físico se la ha contado a Miguel Betis: no decir tacos, no levantar la voz, no disgustarse, andar esos tres kilómetros diarios, rezar a la Virgen y, sobre todo, cenar todas las noches gazpacho. Es la receta que utiliza este amante de la caza para estar en forma.