La ministra de eso de la Transición Ecológica lo tiene muy claro con el Tajo y el trasvase Tajo-Segura. Bueno, no tiene mucha idea del asunto, pero sí que el objetivo es mantenerlo. Su hoja de ruta lleva semanas definiéndose, por ejemplo colocando al frente de la Dirección General del Agua a Manuel Meléndez, hombre del aparato y fiel a los principios de la Oficina de Planificación Hidrológica, sanctasanctórum y refugio de los integristas trasvasistas y del hormigón a ultranza. Toda una declaración de intenciones. Este miércoles la ministra ha autorizado un trasvase de 38 hectómetros cúbicos para el mes de julio. El máximo. Punto.
No me sirven excusas. Si Castilla-La Mancha fuese algo importante para el presidente Pedro Sánchez, o al mismo nivel que Murcia y Valencia, el famoso Memorándum -plasmado en el Real Decreto 773/2014, de 12 de septiembre, por el que se aprueban diversas normas reguladoras del trasvase por el acueducto Tajo-Segura-, hubiera sido modificado vía decreto, potestad del ejecutivo. Ha habido tiempo en mes y medio. Una labor de voladura controlada, y por fases que podía y debería haber comenzado perfectamente por el artículo 1, los niveles de referencia, su redacción y discrecionalidad; y el artículo 4 de niveles de desembalses de referencia al propio Tajo. Para ir principiando. Pero a Pedro Sánchez, al Gobierno de España, al Psoe que ha tomado el mando en Madrid no le vuelve a importar nada el Tajo ni Castilla-La Mancha.
Hace tres lustros Cristina Narbona nos metió una puñalada trapera, derogando el trasvase del Ebro y manteniendo el Plan Hidrológico Nacional, reforzando el trasvase Tajo-Segura, y regalando 118,9 hectómetros cúbicos del Alberche, más los cien que ya tenía de una década atrás, al Canal de Isabel II, controlado por la otrora plenipotenciaria Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad y peso pesado del Partido Popular. Desde entonces el Alberche no desemboca en el Tajo, sólo lo hace con los cada vez más espaciados y menguantes episodios de lluvias, y en Talavera nos hemos acostumbrado, cuando cruzamos ese contadero de ovejas que llaman puente para salir hacia Madrid, a contemplar un cauce seco de más de 300 metros de anchura. Zapatero siguió la línea trazada por Aznar, al milímetro. No se me olvidan ni lo harán la política rastrera hacia el Tajo de su Secretario de Estado Puxeu, y de la Directora General, Marta Morén; ni los trasvases sin cuartel, ni el secuestro del borrador de Esquema de Temas Importantes elaborado en su día por una Confederación Hidrográfica del Tajo aún con personalidad y capaz de emitir informes serios y rigurosos.
Pedro Sánchez sigue la línea de Rajoy, de Zapatero, de Aznar, de González… Rajoy y Cospedal dejaron -en teoría-, atado el trasvase para décadas. No es así. Pero en Castilla-La Mancha debemos saber qué queremos, qué es prioritario, a qué dedicamos recursos, y cuál es la visión de la gestión hidrográfica. Creo que la política de ladrar y ladrar, y nunca morder ya debería haber llegado a su fin hace tiempo. He pedido públicamente una Consejería específica en materia de política hidrológica. Con recursos, económicos y humanos; unificando competencias ahora partidas, y a veces enfrentadas, entre Agricultura y Medio Ambiente y Fomento. Es que no es sólo el trasvase y el Tajo. También el saqueo del Júcar, de la cabecera del Segura y el Mundo, incluidas las aguas subterráneas; y qué decir del acallado Guadiana.
Emiliano García-Page sabrá lo que hace. Las estrategas seguidas hasta ahora y que intuyo se intentarán replicar, ya están gastadas y nunca han dado el mínimo resultado. Pedro Sánchez le ha propinado la primera bofetada política en forma de trasvase. No será la última. Por mucha sordina mediática e institucional que se quiera aplicar el asunto. Y es que el Tajo siempre paga los platos rotos. Como con Zapatero/Narbona en 2004, la historia se repite. Espero que hayamos aprendido algo. Aunque me temo que nada.