Un amigo mío ya desaparecido eminente diseñador y gran pintor, tuvo por su dedicación, que trabajar mucho con italianos a los que consideraba en general gente de gran creatividad y atrevimiento a la hora de introducir mejoras en las propuestas o encargos que se les hiciera. Según mi amigo, el riesgo de trabajar con esta gente tan competitiva en lo referente a la creación era que había que estar constantemente demostrando que la idea de uno era mejor que la de ellos, que lo propuesto por ti mejoraba su proposición, de no dejar muy claro que tú estabas por encima, los artesanos italianos no sólo te perdían el respeto sino que según mi amigo y escribo literalmente sus palabras “te meaban”.
Eso me explicaba él y yo traigo aquí aquella anécdota pensando en la cantidad de macrogranjas que empresas fundamentalmente murcianas tienen proyectado instalar en nuestra tierra. Hace poco escribí que estos murcianos se llevan el agua del Tajo y a cambio nos dejaban los purines de sus granjas de cerdos potentísimo contaminante; granjas de cría intensiva que hubo en el norte de Europa hace algunos años: Alemania y Dinamarca, pero que al tomar conciencia de lo muy perjudiciales y contaminantes que son, las eliminaron radicalmente de su geografía para instalarlas fuera de sus fronteras preferentemente en el sur europeo y así estamos ahora.
En España se ha dado la paradoja de que las pequeñas cochiqueras familiares de cerdos, uno o dos animales por familia, se eliminaron por ser fuente de malos olores y considerárselas poco saludables, mientras que sorprendentemente se han fomentado estas macrogranjas de miles de animales. Un verdadero enigma por cuanto los estudios indican que estas explotaciones intensivas aparte de la contaminación y los perjuicios de todo tipo que acarrean, proporcionan poquísimo empleo allí donde se instalan. No negarán que este es el gran enigma de los guarros.
Me acuerdo de la anécdota de mi amigo con los italianos porque me malicio que eso es lo que están haciendo ahora mismo los murcianos con nosotros: mearnos bonitamente; se llevan el agua del Tajo y no para sus cultivos salvajes y descontrolados, o no sólo; la llevan para crear nuevos monstruos turísticos y convertir lo que ellos llaman “la huerta de Europa” en el resort de Europa, la urbanización de Europa o el nuevo Benidorm de Europa, y lo demás son cuentos.
Pero es que además, tienen la cara dura de colocarnos a nosotros sus granjas de cerdos, que sea nuestra tierra la que se envenene y a cambio ellos se llevan el dinero calentito a base de la cría intensiva. Y este bonito negocio se hace con el visto bueno y las bendiciones de nuestra bendita Junta de Comunidades. La razón es otro gran enigma al menos por ahora, de haber algo oscuro seguro que ya se sabrá en su momento.
Que no, que hace tiempo que nos afeitamos y que a otro perro con ese hueso. Y luego sale el ínclito Arroyo en la prensa haciéndose el ecológico porque ha sacado una ley que dice que las macrogranjas tienen que estar a una distancia mínima de las poblaciones de 2 kilómetros en lugar de uno.
Para mear y no echar gota.