No quiero hablar de discotecas desubicadas ni de limitadores de volúmenes, de sonidos unificados o de consideración acústica para con los conciertos en directo en las ferias de Talavera, aunque en estos últimos me detendré, por motivos bien distintos.
El malestar entre los músicos de Talavera con el trato que reciben en las ferias de la ciudad lleva tiempo latente. Pocos quieren ver reflejado su nombre o el de su grupo en una información no vaya a ser… pero sí quieren que la cosa cambie. No parece difícil. Voluntad política.
Fue durante la época del Señor de la Feria –sobrenombre que se le otorgó al concejal de Festejos socialista Carlos Gil- cuando se decidió que los grupos talaveranos actuaran de teloneros en los conciertos de la Plaza de la Juventud, ahora Escenario Joven y en el Parque de La Alameda. Por un lado, se les promocionaba, se les daba oportunidad de tocar en directo en un gran escenario en su ciudad y ante sus amigos y familiares, y de paso se embolsaban un dinerillo que, creo recordar, debían destinar a la compra de equipos no sé si en su totalidad.
Esa iniciativa brillante y satisfactoria para ambas partes se ha desvirtuado con el paso de los años. Muchos músicos de la ciudad siguen tocando aunque muchos otros ya no quieren hacerlo, y no sólo porque la contraprestación económica haya ido menguando hasta situarse, grosso modo y de media, sobre los 400 euros. Además, con los artistas locales más reconocidos, de mayor trayectoria y caché la cosa degenera en el regateo del regateo.
Pero volviendo a los grupos que dan el paso, lo que les molesta y sobremanera es el trato que reciben y, por ende, tener que compartir backstage como si fueran apestados. Así, mientras el artista o grupo estrella de la noche llega con su autobús o sus furgones, descarga, los deja allí durante el concierto, dispone de camerino, catering, agua, refrescos, alcohol, caprichos y cualquier tipo de atención y pleitesía, incluida la visita institucional con la fotito de rigor, los músicos talaveranos lo que tienen es que molestar lo menos posible y ¡vamos, rapidito!
Por manejar, manejan el mismo número de cajas, instrumentos, micrófonos, etc., pero su o sus furgonetas o coches tienen que descargar y salir del recinto del escenario ipso facto cuando habría espacio para las de ambas bandas; tienen que venir vestidos de casa, avituallados y sumisos. La puntualidad y los 30 minutos de concierto, y ni un bis ni medio, son inquebrantables, aunque luego se demore la actuación principal. Y para remate, ‘los estrella’ reciben su cheque antes de subir, mientras los ‘apestados’ tienen que esperar meses para cobrar su limosna.
Luego se nos llena la boca de talaveranismo e identidad local pero lo que en verdad se hace es mancillar gratuitamente y lacerar sin rubor a los músicos de nuestra ciudad. Un poquito de por favor, ¡hombre ya!