Eso de que la dirección de un Instituto de Huelva decidiera, supongo que tras una reunión al amanecer, que los alumnos machos alfa de su centro se vieran privados del disfrute del recreo el pasado 8M tiene, sin duda, mucha miga pedagógica, psicológica, sociológica y, cuasi, zoológica.
Pero alejo de mí voluntariamente tamaños cálices, entre otras cosas porque a los comanches se nos pone cara de indios con determinadas cuitas entre blancos y blancas, para ir directamente a la metodología de la cosa en sí.
Oséase, al objetivo último de la medida que no era otro que, mientras las chicas disfrutaban del recreo, los chicos permanecían en sus aulas presos y cautivos, tal que el ejército rojo, para concienciarse del calvario social que sufren las mujeres en la lucha y conquista de cada uno de sus legítimos y negados derechos.
Y es que extrapolando, extrapolando, se me antoja justo, necesario y ejemplarizante que los componentes de la tribu política también sean privados por un tiempo, o para siempre según los más radicales y quemados, de sus poltronas y consiguientes privilegios para que tomen conciencia del esfuerzo y sacrificio que la puta base hace ‘pa tirar palante’ con algo de dignidad.
Estando la susodicha puta base mientras tanto, claro está, disfrutando felizmente de su cotidianidad totalmente libre de los mamoneos, enreos y berreos tan en boga en los siempre partidistas e interesados cenáculos políticos y que tanto influyen, por otra parte, en el desarrollo o atasque de una determinada zona. Tal que Talavera, mismamente.
Que, volviendo a Huelva, estaría bien que Jaime Ramos, par exemple, aparcara su disfraz de retador, más que nada porque uno reta a otro cuando el uno ya ha hecho lo que al otro se reta, que no es el caso, y se integrara, un suponer, en la heroica brigada del ejército zapatista del plan de empleo que está convirtiendo la barandilla de la pasarela del hospital en, espero, turístico y mediático ‘eccehomo’. ¡Y que viva Emiliano Zapata, coño!
O, por si no le gusta lijar y sí viajar, en la piel de esos jóvenes talaveranos, auténtica generación perdida, que no tiene más remedio que abandonar su ciudad por la absoluta falta de empresas e infraestructura para vivir, crecer y morir bajo el manto protector de la Virgen del Prado, más conocida en estos tristes tiempos por la ‘Virgen del Parado’. Con perdón.
Tal vez así cuando regresara a su poltrona, si tal cosa procede, lo hiciera totalmente concienciado del sacrificio, esfuerzo, frustración y desilusión que actualmente supone sobrevivir en una ciudad mortecina que clama y necesita el pan nuestro de cada día y no promesas de paraísos ‘post mortem’.
Tal que el AVE, el nodo y otros nudos gordianos que utilizan como ventiladores alternativos de mierda y no, por su utopía, lejanía y letanía, como solución para esta Talavera que necesita, pero ya, oxígeno diario y no éter imaginario.
Que ahí, precisamente, está el reto. Señor alcalde.