Manda huevos que a estas alturas de curso y curro quieran, desde XTalavera, desvelarme la valía profesional, el compromiso social y la excelencia personal de Begoña Aldama Roy; con quien tanto quería, que diría el gran Miguel Hernández, a lo largo de los treinta y pico de años que hemos compartido espacio y trabajo en el Instituto de Ciencias de la Salud (ICS), ella de jefa de laboratorio y yo de currito de a pie.
Y digo desvelarme, a mí, porque yo fui el que en el desarrollo de la información sobre la presentación de la candidatura con que esta formación, deformación en este y otros casos, concurre a los comicios municipales del 26 de mayo, tuve la ocurrencia de poner que Begoña es esposa de Lorenzo Castellote, también en la lista y también pieza clave en la historia del ICS y, por ende, de la sanidad local, provincial y regional.
Es cierto que en el comentario que aparece al respecto en la página de Facebook de XTalavera no se dan nombres concretos y que enmascaran el ataque a este humilde juntaletras y por lo tanto a este digital, que ahí está la extensión más grande de mi herida que volvería a decir Miguel Hernández, con el manido y cobarde “algunos medios de comunicación”, que me trae a la memoria, ya ves tú, otras retahílas pasadas tales como “algunos compañeros..”, “algún aprovechado..”, “algún infiltrado..” y tal y tal, que dinamitaron la voluntad popular, qué será eso, con unos como presuntos proscritos y con otros como estériles no adscritos.
Pero quiero apartar de mí en esta ocasión el siempre amargo cáliz político de esta Talavera de nuestras vidas y movidas, para centrarme en el “asombro” que la palabra esposa ha causado en XTalavera, a ver si un día tengo tiempo y les cuento lo que realmente nos asombra a la puta base respecto a los que libremente aspiran a representarnos, hasta el punto de tildar la cosa de “marcado carácter machista” y de “actitudes que debieron ser enterradas en el siglo pasado”. ¡Mamma mía!
Y al respecto, me atrevo a decir a las huestes beligerantes de XTalavera que lo que debió ser enterrado el siglo pasado, precisamente, es la censura gratuita y absurda, la acusación velada y cobarde, los fusilamientos al amanecer sin conocer ni el nombre completo del ejecutado y, sobre todo, la indecente apropiación de unas banderas sociales, tal que la defensa de la mujer mismamente, que algunos llevamos enarbolando desde que tenemos uso de razón, corazón e información.
Todo con el firme propósito de que esas banderas, por mucho que sea lo habitual en el actual y paupérrimo espectro político, no sean enmerdadas por nada ni por nadie, tal y como ha sucedido en esta ocasión bajo el manto de una absurda y cotilla sensiblería, el compromiso es otra cosa, de la que en este territorio comanche estamos ya hasta las plumas de nuestras dignas testas.
Resumiendo, compañeros y compañeras todos y todas, que conozco a Begoña mucho mejor que la mayoría de los que ahora les envían ánimos internautas, creo sinceramente que ella tiene que estar alucinando en su fuero interno, que sé de su prestigio profesional por haber sido testigo directo de su gran trabajo, que sé y he compartido su tremendo y generoso compromiso social y que también sé, porque les he visto juntos, que es esposa de Lorenzo Castellote y una grandísima abuela.
También sé, en otro apunte poético que hoy me ha dado por ahí, todos los cuentos, porque me han dormido con todos los cuentos. Igualmente sabe el círculo más cercano a Begoña que el voto de este inseguro servidor no andaba demasiado alejado de XTalavera, pero para decir adiós está claro que a todos nos sobran los motivos. Sabina dixit.
Y es que, por despedirme de Miguel, por doler me duele hasta el aliento. Qué pena y cuánta mojigatería, coño. Suerte y a ganar, aunque hoy seáis uno menos que ayer.