viernes, 22 noviembre 2024
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El río y la muralla

Un río y una muralla. Un denominador común para una urbe. Las grandes ciudades se fundaron junto a un río, y no es casualidad.Uno de sus flancos estaría protegido por el agua, mientras que la construcción de murallas defendería a la población por el resto de su perímetro. No solo de la protección que proporciona un cauce se servía la ciudad, sino de su capacidad para proveer recursos. Agua para consumo, pesca o transporte fluvial permitirían un desarrollo sostenido en un contexto en el que la lucha por la posición geoestratégica se libraba con sangre.

Esta lucha hace mucho que desterró la violencia. Por ello, las ciudades, en un crecimiento imparable debido a la revolución industrial, rebasaron sus defensas y se lanzaron hacia un modelo expansivo frenético. Sus murallas serían cimiento y apoyo de los nuevos crecimientos de arrabales, y sus ríos empezarían a suministrar ingentes cantidades de agua a unos nuevos modos de producción que cada vez atraían a más población, quedando sustituidos por redes de abastecimiento más eficientes con el paso de los años. Poco a poco, y casi sin darnos cuenta, la muralla y el río dejaron de servir a sus propósitos iniciales.

¿Qué hacer entonces con dos de los elementos que forman parte del espíritu fundacional de las urbes? Seguro que usted tiene muy clara la respuesta respecto a las murallas: recuperarlas y adecentarlas, integrarlas en la ciudad y crear espacios urbanos en torno a ellas. En Talavera, actuaciones como el tramo del Charcón dignifican la ciudad, y su observación es una ventana en el tiempo que nos habla de nuestra historia, además de sentar un precedente para futuras actuaciones. ¿Pero qué ocurre si le pregunto por el Tajo? ¿Se puede aplicar el mismo criterio en las riberas de nuestra ciudad?

La realidad es que un río no es una muralla. Es más, no debería serlo. Su orilla no debe ser entendida como una línea infranqueable que aleja una orilla de la otra. Su borde no es una frontera que separa la naturaleza prístina de la actividad humana.La realidad es que sus islas, sus insuficientes puentes, su fauna y su vegetación son tan urbanos como La Corredera. No existe ninguna gran ciudad que no haya entendido su río como un espacio de recreo urbano, que integre vegetación, fauna y agua con lo cotidiano. Una ciudad con río necesita de zonas de estancia que alberguen actividades, polos de atracción con el río como protagonista y espacios de la ciudad que no limiten la experiencia del Tajo a un simple paseo por su orilla. Concebirlo de otra manera es ponernos de espaldas a uno de los pilares que han sostenido a la ciudad durante siglos. Talavera debe mirar al río, y desde el río, Talavera tiene que poder ser mirada.

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