Hace unos días mantuve un intercambio de mensajes, un pequeño debate abierto si se quiere, con la brevedad y eficacia que impone el límite de caracteres del pájaro azul con un viejo político local, viejo por el tiempo que lleva ejerciendo cargos remunerados, no por la edad. Este exconcejal, señalaba con aire doctoral la existencia de periodistas y medios de comunicación “tendenciosos” con la simple exposición de tres titulares de otros tantos medios diferentes. Dos de ellos prácticamente iguales, y uno que recogía lo que los otros dos y añadía un dato importante.
No relataré aquí el contenido del intercambio por no aburrir. Tan solo anotar la evidencia de que dos titulares recogían casi religiosamente el título con el cual su partido o grupo habían difundido una nota, y que el discordante, añadía el dato que le pareció oportuno.
Copiar y pegar notas tal cual llegan, sin una revisión crítica, a veces ni siquiera ortográfica, es una práctica desesperada en la que incurren los medios de comunicación, muchas veces por falta de personal, de ganas o, en ocasiones, de profesionalidad. La cosa llegó a tal extremo, que los contadores de visitas a las páginas digitales ya discriminan estas páginas, sencillamente no las cuentan, y en las redacciones se recuerda al operario de turno que conviene cambiar algunas palabras en el primer párrafo para engañar al robot, que no al lector.
El caso es que cualquier persona que intente entender el periodismo como un ejercicio profesional, aprecia la huella de un profesional, buena o mala, acertada o triste, en el titular distinto y diferente, y que en los otros dos la única huella visible es la de alguien que sepa sentarse en un ordenador y pulsar “control c” y “control v”. Pues bien, nuestro docto experto en comunicación política se permite el lujo de proclamar que el buen periodismo está en aquellos que, precisamente, eluden el periodismo, y que quien mancilla la verdad proclamada por un partido político con un simple dato aclarativo es tendencioso y mal periodista. Con un par.
Excuso explicar que puesto ante la tesitura de explicarse se salió por la tangente y que para cerrar el pequeño debate afirmó que “los que no somos sectarios apreciamos el trabajo de los verdaderos periodistas para aborrecemos el de los mercenarios”. Y encima, cuando le indico que demuestra lo contrario, al confundir la edición mediante copiar-pegar con periodismo “de verdad”, se pone estupendo y proclama: “No hay un solo periodista de verdad al que no admire. Y no hay un solo “mercenario” al que no aborrezca”. Como si conociera a toooodos los periodistas y a toooodos los mercenarios que en el mundo han sido.
Y aquí el origen de esta reflexión, que no denominaré artículo para evitar nuevas lecciones de periodismo sobre estilos, géneros y libertad de expresión: que alguien que ha cobrado sueldos importantes del erario municipal durante varias legislaturas, aun cuando ello la haya supuesto tragar los sapos más crueles para con la ciudad que pagaba su soldada, desprecie a los periodistas que viven de su trabajo y ejercen su profesión llamándoles mercenarios, nada menos, dice mucho acerca de lo mal que estamos, pero mucho más de la soberbia con que el poder inunda las mentes de algunos de aquellos que se acercan a sus aledaños. ¡Pero que encima pretendan dar lecciones!
Y así estamos… que no sé si el médico que me atiende es un mercenario por recetarme un genérico siguiendo instrucciones de sus superiores, o por todo lo contrario.