sábado, 9 marzo 2024
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Hay que apartarse del precipicio talaverano

Cada vez está más claro y espeso que Talavera no puede alargar ‘sine die’ la espera y consiguiente duermevela de lo que debería venir y no viene de fuera para romper a sudar y avanzar, y no voy a insistir en todo lo justamente reivindicado y exigido al respecto, por manido e incumplido, no quedando otra que hacer desde dentro lo que buenamente se pueda para romper la actual postración de la ciudad, siempre a la espera de milagrosos advenimientos.

En esa localista y conformista dinámica, hay que valorar y ponderar determinadas acciones municipales y sociales que, en los días más oscuros y comanches, suelen antojárseme un tanto baladíes de cara la solución laboral, industrial y económica que necesita con urgencia esta Talavera de nuestras vidas y movidas.

Acciones tan trascendentes como la lucha ciudadana e internacional que abandera Tierras de Cerámica para la declaración como bien inmaterial de la humanidad de nuestra principal seña de identidad, la susodicha cerámica, o tan normales y domésticas como el lavado de cara que se está aplicando a los barrios talaveranos, el plan de repoblación arbórea puesto en marcha por el Ayuntamiento e, incluso, el adecentamiento de infraestructuras deportivas como la pista de atletismo para que hasta ella lleguen eventos de nivel.

Un optimista paquete en el que también caben el repaso y debate sobre las posibilidades de futuro de la ciudad, organizado por el colegio regional de arquitectos, el impulso del Camino de Guadalupe por parte de la asociación de vecinos Fray Hernando, o los distintos y variopintos aconteceres asociativos y culturales convocados y desarrollados bajo el nombre o apellido de Talavera.

Acciones, actuaciones e iniciativas que nos apartan por momentos de la mirada obsesiva hacia el precipicio y de la cola, sin abandonarla del todo, de esa ventanilla de reclamaciones ante la que, visto cómo está el patio político e institucional, no tenemos más remedio que seguir exigiendo y vociferando.

Realizar, aunque nos cueste, un esfuerzo de compromiso e ilusión con lo nuestro, con Talavera, para que el abandono foráneo que denunciamos no acabe engulléndonos y, cual síndrome de Diógenes, atiborremos nosotros mismos la ciudad de pesimista basura y, sobre todo, de continuos lamentos de desperdicios.

En definitiva, levantar la cabeza y sacar pecho por lo nuestro, aunque el mensaje huela a puta mili, para ver si por eso de las enigmáticas sinergias nuestro esfuerzo y nuestro orgullo contagian a los que verdaderamente, no nos engañemos y vengamos arriba, tienen en sus manos sacarnos del agujero.

Oséase, con los oídos puestos en lo que pudiera cocerse fuera y, con la misma, los ojos y las manos en lo que podemos hacer dentro para señalizar y enseñar el camino a los que a nuestro futuro quieran sumarse. Por si cuela, más que nada.

 

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