El confinamiento no sienta igual a todo el mundo. Los hay que de repente salen de su cueva y se creen que el universo está deseando escuchar lo que piensan sobre el virus, la crisis, lo que hicieron los anteriores, lo que hacen estos, lo malos que son unos y lo buenos que son otros.
Los fantasmas del pasado reaparecen dando lecciones y consignas; olvidan lo que hicieron cuando tuvieron ocasión de hacer algo y se regocijan en todo lo que habría que hacer y que ellos harían si estuviera en sus manos.
Al hilo de esto, me viene a la memoria un cuento maravilloso de Borges. El título del cuento ‘El informe de Brodie’. En él narra la historia, que inscribe magistralmente en Las Mil y Una Noches, de una tribu de hombre- monos llamados Yahoos.
Los Yahoos para llamarse unos a otros se lanzan fango. Para comer se ocultan o cierran los ojos, y todo lo demás lo hacen a la vista del mundo. En sus tierras hay mesetas y llanuras espléndidas y sin embargo prefieren vivir en las ciénagas.
No tienen un leguaje propiamente dicho. Cada monosílabo corresponde con una idea muy general y un mismo monosílabo puede significar infinidad de cosas. Cada niño que nace es examinado y si posee ciertos estigmas es nombrado rey.
Al rey lo mutilan. Le cortan las manos y los pies y le queman los ojos para que el mundo no le distraiga de la sabiduría. Durante su miserable reinado solo cuatro hechiceros y dos esclavas lo pueden ver y lo cuidan untándolo de estiércol. En caso de guerra lo sacan y a modo de estandarte lo llevan a la batalla donde suele ser el primero en morir.
No sienten dolor ni placer, tan solo les agrada la carne cruda y rancia y todo lo fétido. Carecen de imaginación y eso les mueve a ser especialmente crueles. Su memoria es muy limitada y cuando cuentan algo no saben si les ocurrió a ellos, a sus padres o es un sueño sin más.
Cuentan con los dedos, pero solo saben contar hasta cuatro, para ellos el infinito empieza en el pulgar. Y sus diversiones se ciñen a las peleas de gatos y a las ejecuciones de acusados que no pueden confesar ni defenderse.
En definitiva, parece que los Yahoos tienen costumbres que no se diferencian mucho de lo que a diario podemos ver en las redes sociales. Lanzamos mierda en vez de saludar, carecemos de memoria y contamos las cosas sin importar las fuentes; enarbolamos símbolos sin pies ni manos ni ojos, que no dudamos en sacrificar al mínimo miedo; preferimos el fango a la luz de las llanuras, creemos que el universo empieza en nuestro dedo pulgar y gozamos sádicamente con el dolor y la desgracia ajena.
Afortunadamente, también entre nosotros hay multitud que son capaces de empatizar. Que piensan en crear en vez de destruir, que confían en que la gente hace lo mejor que sabe, que prefiere informarse a lanzar la primera mierda que les llega. Entre nosotros hay gente buena que ve bondad en la gente. Esos son los que merecen la pena.