miércoles, 17 enero 2024
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Carta al personal del Hospital Nuestra Señora del Prado de Talavera

El pasado día 10 de marzo ingresé en la UVI de este hospital tras un accidente domestico que derivó en una serie de fallos en mi organismo. No fui consciente de la extrema gravedad en que me hallaba hasta el paso un tiempo, donde fui informado de lo que me pasaba y del estado en que estaba. Como se dice coloquialmente estaba más ‘pallá’ que ‘pacá’.

El día 16 pasé a planta. En esos días todavía no se percibía la llegada de la pandemia, pero poco a poco el ritmo, ya de por sí elevado de trabajo en el personal del hospital, se fue haciendo notar. Fui trasladado en tres ocasiones de habitación dado que debían reorganizar todo el edificio para la avalancha que se avecinaba.

El día 25 fui dado de alta hospitalaria para seguir el tratamiento en casa, donde además de la cuarentena debo de cuidar el posible contagio debido a tener doble riesgo, por la situación de mi salud y por la edad.

Pero no quiero en estas líneas contar las vicisitudes de mi salud, mi pretensión es hacer un reconocimiento a todo el personal de este centro hospitalario. El trato recibido ha sido (y seguirá siendo dado que todavía tengo tiempo para decir que estoy recuperado) excelente, empatía y cariño, ni un mal gesto sabiendo que estaban y están bajo una enorme presión. Parafraseando a Don Luis Buñuel, yo que soy ateo por la gracia de dios, creo que si existieran los ángeles estarían en todas estas personas que se desviven, como es mi caso, en salvar vidas.

Por todo ello me asquea e indigna las noticias vistas en los medios de comunicación donde se cuenta que en algunos lugares han aparecido notas conminando a vecin@s del inmueble que pudieran trabajar como personal sanitario a abandonar sus domicilios. Hay que ser ruines y miserables. Sabemos que en nuestra sociedad hay mucho talibán e iluminad@ (con pocas luces y mucha mala baba), pero en estos tiempos de zozobra aumenta su número y lo peor de todo es que hay oídos que dan certeza a tanta barbaridad, a tanta inquina y humillación a quien no comparte tales extravíos. Dada la hipocresía reinante no sería de extrañar que después de colocar el cartel salieran al balcón a aplaudir.

Puedo asegurar que mientras viva no olvidaré a este grupo de personas que se afanan y desviven en el cuidado de los demás. En pocas palabras MUCHAS GRACIAS.

Emilio Sales Almazán.

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