En la mañana de este sábado no ha dejado Matías Moro. Con 99 años de edad, la muerte ha sorprendido en su domicilio a este hombre que ha sido último exponente de aquella saga de empresarios de su familia que llegó a dar 700 empleos en la Ciudad de la Cerámica allá por los años 70. Hijo de Félix Moro, de quien heredó la devoción por la Virgen del Prado y también su entrega diaria para atender los negocios.
Por ello, Matías Moro dejó su trabajo en Harinera Talaverana cuando ya había cumplido los 90 años y en su curriculum figura que no faltó ni un solo día a la faena. Era un enamorado de la patrona de Talavera y por ello cada día del año visitaba las reina de la ermitas para estar unos minutos postrado de rodillas ante la imagen pidiendo por su salud, la de su familia y la de todos sus convecinos.
La simbiosis que existe entre la familia Moro y la patrona de Talavera hizo posible la donación de las lámparas de forja que iluminan la basílica y distintos mantos que cubren la imagen, además Matías fue presidente en la Coronación de la Virgen del Prado el 30 de mayo de 1957 y su hermana Nines también ha ejercido como camarera de la Virgen.
Tres kilómetros
Antes de su muerte, Matías Moro salía todos los días a las calles, de la ciudad que le vio nacer, enfundado en su elegancia para saludar a sus conocidos con la exquisita amabilidad de siempre y caminar sus tres kilómetros diarios.
El secreto para mantener su estado físico hasta ahora se lo contó a Miguel Betis para que lo expusiera en este periódico: no decir tacos, no levantar la voz, no disgustarse, andar esos tres kilómetros diarios, rezar a la Virgen y, sobre todo, cenar todas las noches gazpacho. Una receta que utilizaba este amante de la caza para estar en forma.