sábado, 17 agosto 2024
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Soterrado

Es la palabra repetida con energía por todos. Yo mismo, no se confunda. Sotiérrese es la voz diligente que parece solucionar todos los problemas urbanos, económicos, demográficos y hasta paisajísticos de una ciudad maltrecha. ¿O no?

Existe una especie de pacto silencioso entorno a esta palabra. Noto la energía en su declamación pero siento cómo se desvanece en las distancias cortas. La convicción de su ejecución se desmorona al preguntar por su viabilidad. Y en este punto, me pregunto qué palabra es más importante: soterrado o viable.

El elevadísimo coste de una obra como esta es algo que a nadie se le escapa, pero no se habla de cómo abordarlo. De hecho, que no se sotierre no se contempla como una posibilidad, a pesar de que esa decisión comprometa su ejecución. No se ve que, de partida, ya es una clara mejoría en cuanto a la situación actual. Una línea de alta velocidad en superficie, y si me apuran, un decente tren electrificado de calidad es un salto tremendo hacia delante en las comunicaciones de la ciudad. Pase por donde pase. Porque de hecho, ya pasa.

En todo esto hay una cuestión que no alcanzo a entender: en qué punto se ha generado la sensación de que la llegada de un tren de alta velocidad y mercancías en superficie es una afrenta a la ciudad. Y qué decir si pasa por Toledo. Qué desfachatez. Es poco menos que un insulto, cuando en realidad esto es algo que debería verse como una oportunidad. Un punto estratégico desde el que poder trabajar y estar mejor y más conectados.

Y no me malinterprete. Soterrar la vía a su paso por Talavera sería fenomenal. Eliminaría el borde urbano que la ciudad tiene al norte, aunque ese norte sea una conquista que aún no esté realizada. Porque seamos francos: la vía del tren no parte la ciudad en dos por la sencilla razón de que no existe ciudad más allá de la vía. Y esto, que es una obviedad, es el argumento clave de la defensa del soterramiento y de la expansión urbana de la ciudad. Olvidando en ese horizonte desarrollista que más al norte tenemos la A-5. Quizás también convenga soterrarla.

En toda esta vorágine no puedo evitar mirar hacia el sur, más allá de las aguas del río, fijando la mente en una de las orillas más espectaculares que tiene la ciudad. No puedo soportar cómo se habla del río como una barrera, del Tajo como un límite que encajona a la ciudad. No puedo dejar de pensar en las infinitas posibilidades en torno a él y en todo lo que se podría hacer con el precio de soterrar un tren. Cuántos puentes, cuántas pasarelas, cuántos parques y plazas… cuánto diseño urbano bien planificado.

Si me preguntan, es algo que tengo claro: prefiero una ciudad en torno a un río que en torno a una estación.

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