En política a veces suceden cosas inesperadas, tan difíciles de entender que solamente somos capaces de explicarlas a partir de sus consecuencias. Es decir: con el tiempo. No es que tengamos que creer que la abstención de Vox responde a una decisión errática, que no saben lo que quieren, que juegan a los dados y votan según la combinación que salga. Tampoco es que haya que dar carta de credibilidad a la explicación formal que, deprisa y corriendo, difunden entre sus acólitos, porque todo eso es algo que podía haberse explicado una hora antes del Pleno.
Me refiero a que la verdadera intención no suele ser de consumo público, y con el paso de los días, serán los acontecimientos los que vayan sugiriendo ideas y argumentos para demostrar que detrás de todo cambio improvisado existe siempre un arquitecto del caos.
No entremos, de momento, en lo que significa la abstención verde. Porque primero hay que tratar de entender el cambio de posición, la luz brillante que derriba a Pablo del caballo, el momento en que alguien dice a los suyos: “¿y si nos abstenemos?”, o “chavalotes, que nos piden un favor, o un servicio, o una gracia…”. También puede ocurrir que todo fuera producto de un tiempo excesivo en el excusado por parte del ideólogo, que en el despacho de Vox hayan cambiado de vino sin avisar, o que a Espinosa de los Monteros se le revolviera el estómago, y el neuronaje, con la intervención netamente chantajista y electorera de Rufian… puede que algún día, el que le lleva la cartera a Abascal cuando no hay fotógrafos delante nos lo cuente al escribir sus memorias: “Mi pasado verde”.
Lo cierto es que la abstención de Vox tiene sus cosas buenas, más allá de que, en efecto, desbroza el camino para la llegada de unos fondos que necesitamos como agua de mayo, pero en febrero. Puede servir para romper de una vez esa tremenda y previsible letanía de que si votas con Bildu eres de Bildu, y si votas con Vox, eres de Vox… De repente, y a pesar de la cara de circunstancias de la vicepresidenta teniendo que dar las gracias “muy expresamente” a quienes “de un modo u otro” facilitaron que saliera adelante el decreto ley que permite al Gobierno gestionar directamente los fondos europeos para la recuperación, la política permite las más insospechadas combinaciones, como ya sabíamos. No hay gran diferencia, pese a lo que dijeron en su momento, con la oferta presupuestaria de Arrimadas, salvo en los modos, la contundencia y la sorpresa. Arrimadas buscaba dejar claro que Sánchez prefiere el apoyo de Bildu al suyo. Vox se convierte en salvapatrias anulando el chantaje de Rufián a Sánchez. Una es melodía de arrabal, lamento y seda. El otro es ritmo de herrería, tambor de marcha, timbre de cuadrilátero. El centrismo habla, el populismo actúa.
Y ahora conviene recordar que Vox no solo acusa al Gobierno de corrupto y malandrín, sino que extiende sus sospechas a todo el sistema, de manera que traiciona a los gobiernos autonómicos que de un modo u otro sostiene, apostando por una gestión centralizada de estos fondos. En efecto, mientras unos ven caudillismo oportunista por parte de Sánchez, los verdes descubren una oportunidad de reforzar la figura de un caudillo… no nos engañemos: a las derechas les pone el autoritarismo, el liderazgo, el centralismo. Les aburre esto de tener que matizar las cosas según el dónde, el andar diferenciando ideas primarias según el parlamento en que toque hablar. Y si encima, te das gustazo de desmontar toda la estrategia electoral catalana anulando la capacidad de chantaje de los republicanos de Oriol y de Rufián, se entiende el regustillo calentito que les debía correr por el estómago cada vez que escuchaban el cabreo de Casado, la indignación de Inés, la desesperación de Rufián. Total, para el caso que les hacen en nada… y cuando decimos en nada, habrá que tomar nota para la falacia de las enmiendas que pretender enchufar, o la trasparencia que prometen, en el siguiente paso parlamentaria en la gestión de los fondos. Estas cosas tienen más que ver con la venganza pendiente con Casado desde el debate de la moción de censura, y los insultos que siempre se cruzan con Rufián, que con una construcción cimentada de una estrategia coherente en una formación, que al fin y al cabo, llegó para sembrar el caos y derribar derechitas cobardes, sediciosos periféricos, y social-comunistas de salón.
Es el amargo brebaje verde, del que algunos seguirán bebiendo, vaso a vaso, si las urnas no ponen las cosas en su sitio, y a la democracia a trabajar a fondo en lo importante.