La crónica de la accidentada detención, en 1806 en San Martín de Pusa, de un hombre sobre el que había orden de arresto por parte de la Chancillería de Granada es un ejemplo de cómo la realidad supera a la ficción.
Es una historia que ha publicado en su blog el Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPTO) cuyo director, Carlos Flores, ha detallado a Efe que la detención de Francisco Díaz de Rioja y todo lo que conllevó hasta su traslado a la cárcel de Talavera de la Reina tiene ingredientes “muy curiosos”.
Esta es la historia
Todo comenzó el 20 de agosto de 1806 cuando la Chancillería de Granada ordenó a la justicia de San Martín de Pusa el arresto de Francisco Díaz de Rioja por resistencia a la autoridad “y otros excesos”: era un hombre muy conocido por la zona pero su detención trajo de cabeza al alcalde suplente, Antonio García Hidalgo, ya que el primer alcalde estaba enfermo.
La descripción que los documentos históricos hacen de Francisco Díaz de Rioja hablan de un hombre de 1,70 de estatura (“dos varas y de dos a tres dedos”), de “buena presencia”, un poco cargado de hombros, “moreno claro, carirredondo, ojos, cejas y pelo negro” y vestido “muy decente de negro y de color”.
El alcalde suplente mandó requisitorias a varios pueblos para arrestar al reo en cuanto lo vean, pero aunque todos lo conocen nadie lo ha visto.
El 24 de septiembre el propio alcalde suplente está en la fragua del pueblo cuando se presenta allí el reo, pero como el alcalde está solo decide marcharse a buscar algunos vecinos que le ayuden a arrestarlo, y cuando vuelven Francisco ya no está.
Realizan entonces una búsqueda por varias casas de amigos, la de su padre, la taberna y hasta sacan de la cama a varios vecinos en los registros, pero el reo ha desaparecido y el alcalde suplente está enfadado y amenaza con multar a uno de los registrados porque piensa que está ocultando al reo: “tenía noticia le hacía capa”, dice textualmente el documento.
Cuatro días más tarde, a mediodía, avisan de nuevo al alcalde suplente de San Martín de Pusa porque Francisco está en la taberna, así que Antonio García Hidalgo reúne a una patrulla ciudadana y se presenta en la taberna, donde los documentos del Archivo Histórico Provincial de Toledo narran una detención de película, con varios hombres sujetando a Francisco por brazos, piernas y pelo, pese a lo cual se escapó de ellos y la emprendió a puñetazos, arañazos y patadas.
Finalmente, pudo ser “conducido medio a rastra o como pudieron” a la cárcel y allí lo dejaron al cuidado del carcelero, que solo le encontró encima un rosario y una navaja de picar cigarro ya que la montera y la faja se le habían caído en la pelea.
El carcelero se aseguró de que no podía escapar y puso “diferentes prisiones” al detenido, que también se negó a que el cirujano, enviado por su padre, le curase las heridas.
Aquella primera noche el alcalde dejó a dos personas vigilando al preso y durante los días siguientes acudió dos veces al día para asegurarse de que Francisco estaba bien atado.
Mientras tanto pidió ayuda al corregidor de Talavera para que se llevasen allí al detenido, y el 3 de octubre se presentaron un cabo y cuatro soldados del regimiento de Húsares de Caballería para llevarse al preso a Talavera, donde quedó alojado en la cárcel de la Santa Hermandad porque la de la villa no estaba en condiciones.