Al igual que nos ocurre a los componentes de esa nutrida tribu que aterrizamos en esta Talavera de nuestras vidas y movidas procedentes de otras tierras, para convertirnos en talaveranos de adopción, devoción y procreación, los mosquitos que por estas fechas tienen la costumbre de asolarnos y asaetearnos también se han hecho carne talaverana y habitan, como unos convecinos más, entre nosotros.
Viviendo y volando, como todos y todas en este territorio comanche, a la espera de lo que salga de esa jerárquica y enigmática chistera de competencias e hipotéticas soluciones en materia de empleo, trenes, desdoblamientos viales, infraestructuras, trasvases y tal y tal.
Que no todo, tú veras, es de responsabilidad y competencia municipal y huelga, por lo tanto, convocar continuamente a la cofradía del santo reproche, Sabina dixit, por proyectos y cuestiones de exclusivo ámbito provincial, regional, nacional e incluso internacional.
Mucho más, claro está, sabiendo por experiencias propias en las poltronas municipales que un Ayuntamiento, aunque algunos vayan directamente al miento, tiene como principal misión tender puentes, caminos e informes hacia el maná que las grandes empresas e instituciones públicas superiores emanan, a través de la conservación, adecentamiento y promoción de una imagen de ciudad lo suficientemente atractiva, saneada y preparada como para atraer proyectos, ideas y, por lo tanto, crecimiento e inversión.
Un duro, paciente y largo camino, que hay que currarse y no enfangar por otra parte, que a los humanoides cerámicos nos tiene desde hace años en barrena por casos, cosas y causas cuasi prehistóricas; pero que, alucina vecina, a los mosquitos en sí les viene a huevo, nunca mejor dicho, por favorecer dicha verbena competencial y ambiental su ovípara propagación y consiguiente asaeteo a este homo al que las circunstancias tienen cada día menos erectus.
Y es que, si el susodicho guateque competencial alarga sine díe los proyectos, las inversiones y la precariedad de la puta base talaverana, potencia, acelera y multiplica al mismo tiempo la población y posterior aguijoneo de este implacable escuadrón aéreo que atenta contra la integridad de personas, ocios y negocios.
Que resulta que el Ayuntamiento, por lo visto y oído, llega hasta donde puede llegar en desbroces, larvicidas y por ahí, siendo la Confederación Hidrográfica del Tajo, del Fajo decíamos por aquí en tiempos más guerrilleros, la que debe sanear las riberas y aumentar el caudal del río para que la cosa fluya y la costa de los mosquitos, buena novela y posterior película, atenúe su puya.
Competencias que, tú verás, pueden llegar hasta el mismísimo Gobierno central, si nos adentramos en ese vergonzante trasvase que tiene al Padre Tajo sin caudal y con tal cantidad de mierda que para los mosquitos es casi una urbanización residencial.
Eso sí, si superamos los picotazos de los mosquitos, de la AstraZeneca y de la crisis viral, a esta ciudad no hay quien la pare. Ya saben el mantra, ‘aún con mosquito y su rejón, Talavera es la mejón’.