miércoles, 6 marzo 2024
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El cierre vertical del comercio talaverano

Que resulta, vaya hombre, que hay gente que confiesa estar en estado casi catatónico por lo dicho y transmitido hace escasas lunas en la pomposa presentación, por parte del equipo de Gobierno para más inri, del nuevo Mercadona del casco antiguo de Talavera.

Que parte del personal sufriente y comerciante, a cuyos quejíos prestamos por un rato este altavoz comanche, jura y perjura por Manitú que se nota y traspasa socialmente el trabajo, la ilusión y la talaverana vocación que Tita y sus cuates y cuatas están poniendo y trasladando en la regeneración de esta bella ciudad, desgraciadamente durmiente durante demasiado tiempo.

Pero, ay, dicho personal también clama y proclama que todo ello no es óbice para opinar que en esta ocasión la ilusión roza la gratuita promoción para unos, las grandes superficies, y la consiguiente discriminación para otros, el comercio tradicional.

En cuanto a la promoción y presunta propaganda oficial, eso que se ahorra en publicidad Mercadona por otra parte, la canción protesta comerciante encuentra música y letra en aseveraciones como que, un suponer, el nuevo supermercado es ejemplo de la regeneración del corazón de la ciudad y símbolo de la reconversión del casco antiguo talaverano. ¡Glup!

Poniendo la cosa privada y comercial, incluso, a la altura del PAU de la Colegial, el PERIM del entorno de la iglesia de San Francisco, el mismísimo Plan de la Villa o, en auténtico culmen ilusorio, como abanderado de la recuperación del patrimonio local.

En este territorio comanche, siempre comprometidos con los planes patrios de Educación, se les ha dicho y advertido que el vocablo ilusión deriva del término latino illusio, algo así como burla, engaño o juego, para que se tomen la cuestión como tal.

E incluso que, filosóficamente hablando, la ilusión es un don que tenemos los seres humanos para creer en aquellas cosas que ni vemos ni tenemos, unos los llaman fe y otros engañabobos o engañavotos, pero que nos ayudan a vivir por encima de nuestras mediocridades y precariedades.

Pero ni por esas, oigan. Que dicen e insisten en que el comercio talaverano es víctima de un férreo cierre vertical al estar presionados y debilitados por abajo por infinitas tiendas polivalentes y omnipresentes regidas en su mayoría por inmigrantes y, por arriba, por la competencia desigual de esas grandes superficies que, en su expansión y ambición, anegan sin remedio al pequeño comercio.

Que están, dicen, en un terreno de nadie y sin nadie del que va a ser muy difícil salir sin el apoyo y compromiso de unas administraciones públicas que, sin embargo, atribuyen los latidos de la ciudad a los grandes centros comerciales, despachando al pequeño comercio con mercados estacionales, ferias del stock, de la ganga y similares mandangas.

Y ahí les dejo, con el altavoz en bandolera. Tendré que comprar otro. A ver si tienen en Amazon. Con perdón, claro, para ese comercio tradicional que, esa es otra, también tiene pendiente su incorporación y adaptación al universo online y a esa Talavera tecnológica que se está fraguando. Digo yo.

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