Que el nuevo equipo de gobierno talaverano tiene mucha plancha era algo que se sabía, y está por ver lo que no se sabe.
La falta de trabajo y cuestionable capacidad de los salientes hará que los entrantes tengan que ponerse las pilas -el pueblo las quiere alcalinas- para enmendar abandonos y desaguisados varios que han pasado de simples accesos a enquistarse en una ciudad ahora esperanzada pero que no está por la labor de más complacencia ante otra indolencia municipal.
Son tantos los asuntos pendientes por hacer y pendientes de un hilo que a mí se me haría difícil ordenar y/o priorizar. Pero yo no soy político, no elaboro programas…
El denostado sector del turismo como fuente de impulso económico y riqueza, del que por estos lares nada se supo hasta bien entrado el siglo XXI, no ha dado ese paso al frente que requería por mucho que se intente alabar y vender una última gestión con más parches, ocurrencias varias y viajes vacuos que caracterizada por un proyecto integral pensado, trabajado, consensuado y llevado a la práctica.
Se nos han llenado los oídos de Comarca, pero sólo en el proyecto ciudadano de la recuperación del Camino Real a Guadalupe hay enjundia. Sirvan dos ejemplos para constatar que eso de la Comarca es habitualmente un cuento o un recurso que según el caso viene muy bien sacar a colación.
Tratar de foráneos a los comarcanos en la pulsera turística me parece un craso error, por desincentivador. Por otro lado, lo de la ‘caseta urinaria’ a modo de Oficina de Turismo Comarcal de la Ronda del Cañillo es para hacérselo mirar. Desde aquí pido que sea demolida cuanto antes o que la doten de inodoros y lavabos para que pueda dar el servicio que aparenta.
Dejando a un lado nimiedades, que suman pero que no sería parte del eje sobre el que pivotar un gran proyecto turístico, me sigue preocupando la ampliación del Palacio de Justicia. Ya opiné de ello en su momento, pero ha llegado otro momento. Los orígenes de la ciudad romana de Caesaróbriga han dado la cara gracias al empecinamiento de unos y pese a las habituales barbaridades de otros que esta vez parece se han quedado solo en el intento. En ese solar de la calle Adalid Meneses hay plancha y quizás el meollo necesario para comenzar a cimentar un gran proyecto turístico y no en esa ruta de los murales sinsentido, hecha a matacaballo y cargada de unas dosis de provincianismo narcisista que ruboriza al más pintado; o a mí por lo menos, que soy indio.