Con la movida promovida por la borrasca Filomena, que vaya faena, me ha vuelto a brotar ese sarpullido mental de pura y dura envidia respecto al hacer y proceder, al menos de puertas para afuera, del Ayuntamiento de Toledo.
Siempre, tú verás, en odiosa comparación con lo que cuece, acontece y no acaba de enriquecer en esta Talavera de nuestros pecados, que dice Emilio Jiménez.
Y, advierto, sin militancia alguna en la logia de ese victimismo talaverano que nos han colgado a la grey cerámica; por pedir y exigir lo que la ciudad necesita y merece tanto o más que otras zonas mucho más afortunadas.
Afortunadas, claro está, en esas loterías institucionales conocidas antes como Bonoloto, don José; Barredapremios, don José María, o Cospedalrifarifirrafe, doña María de los Dolores continuos, y ahora Pageapuestas, don Emiliano.
No van las flechas por ahí, en este caso, sino en las formas tan distintas que Toledo y Talavera tienen a la hora de trasladar a la puta base ciudadana la trama, el nudo y el desenlace de las respectivas gestiones municipales en ambas ciudades.
En Toledo, observo, se completa todo el proceso gestor con continua y detallada información diaria de la trama y nudo en asuntos como el de Filomena, un suponer reciente, y el desenlace de otros como los planes de empleo, con detalle semanal de lo que hacen y mejoran sus operarios a lo largo y ancho de todos los barrios toledanos. Pura transparencia, incluso con fotos del antes y el después.
En Talavera, en cambio, sigue la vieja costumbre de centrarse únicamente en la trama y el nudo, sobre todo el nudo, de cualquier proyecto o iniciativa municipal.
Sin llegar a la ciudadanía, casi nunca, el desenlace último de la cosa pública, unas veces porque no hay desenlace alguno, qué les voy a contar en asuntos como ese Ave ahora de nuevo Fénix, o porque en el fragor y desgaste de las cansinas batallas políticas de tramas y nudos; se disipa totalmente el desenlace, que no es otro que al personal contribuyente le llegue el fruto y destino del dinero público. Es decir, el dinero de todos.
Y no creo que Talavera tenga nada que envidiar a Toledo en lo que a gestión municipal se refiere, mucho menos en estos actuales tiempos en los que la Ciudad de la Cerámica lucha y trabaja por equiparse, adecentarse y posicionarse para todo lo bueno que pudiera sobrevenir, aunque sí en la manera en que la capital regional publicita y vende lo que en su Consistorio se diseña y pergeña.
Será, digo yo, porque en este territorio comanche se pierde demasiado tiempo en testar herencias, delimitar lindes políticos e idear guerras de guerrillas, en vez de caminar con paso firme hacia los objetivos marcados y dar cumplida cuenta al personal votante de lo que se va haciendo y consiguiendo, lejos del endémico más eres tú, tururú.
Porque, al final, lo que a los talaveranos llega es mucho, mucho, ruido y más bien poca información sobre qué hacemos y a dónde vamos. De dónde venimos, ya lo sabemos. De sobras. Como en Toledo, pero ellos lavan los trapos sucios en casa consistorial y trasladan al ciudadano mensajes cifrados y documentados de trabajo, eficacia y optimismo.
Y tan contentos, oyes.