Otras razones habrá, pero Talavera pasó a la Historia por el fallecimiento de Joselito ‘El Gallo’ hace casi un siglo. Es triste ser la población a la que muchos recuerdan como aquella en la que tras la cornada de ‘Bailaor’ el maestro se vió con los intestinos fuera y se desmayó después de pedir “Llamad a Mascarell”, médico de su confianza que tras ser localizado con la pobre tecnología de 1920 llegó cuando el diestro ya había fallecido en La Caprichosa.
Aunque Joselito se fue un 16 de mayo y éstas son ferias septembrinas, Talavera ha necesitado una solución alternativa en vez de mantener un nivel de la plaza donde perdió la vida uno -para muchos el mejor- de los grandes toreros de todos los tiempos.
Extrapolándolo, Talavera es de chiste. Sin entrar en si la fiesta nacional es digna de apoyo o no, cuestión a discutir, lo que no es de recibo es que haya que montar una plaza portátil para que asistan los aficionados a un espectáculo que, aunque controvertido, goza de seguidores.
La Ciudad de la Cerámica no es ya ni lugar para Joselito. Alguien me comentó antes de escribir estas líneas que había que demoler La Caprichosa. No importa. Ya se hizo con las murallas y tanto patrimonio que ahora se intenta rescatar.
Demasiado tarde. Como Mascarell, que estaba cerca de Maqueda mientras Joselito expiraba. Triste, pero cierto.
Talavera no fue buen lugar para Joselito. Lo malo es que tampoco lo ha sido para muchos que han tenido que irse de aquí por temas económicos.
Cornadas del paro. O laborales. Seguramente ambas.
