lunes, 25 noviembre 2024
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O sirven, o a la puta calle

A veces, claro, la vida nos pone a prueba y, con la misma, deja al más vil oreo la pasta con la que cada cual está hecho o deshecho, que de todo hay en la viña del señor de los anillos y ovillos humanos o mundanos.

En la rutina más o menos bonancible, basta con acogerse a cualquiera de las fórmulas que nos brinda el consabido y socorrido paripé para mantenerse con más o menos equilibrio en el machito personal, social, político o económico sin más mácula que la que deje la propia conciencia. Esa perenne compañera que malvive tras el muro del lado más oscuro de nuestras ambiciones y limitaciones.

Pero, ya digo, la puta vida decide en un momento dado actuar como tal, como puta, y te lleva a una encrucijada en la que quedas retratado y tocado per sécula seculorum. Yo mismo, sin ir más lejos, podría contarles y detallarles mis últimos avatares ladillo juliopersonales al respecto, pero estoy seguro de que les resultará mucho más interesante que desplace ese amargo cáliz hacia el territorio comanche de nuestros nunca bien ponderados representantes políticos.

Gente, esta de la tribu de los cargos y las cargas, acostumbrada a mandar con prepotencia a los de abajo y a obedecer con sumisión a los de arriba, siempre con el objetivo de salvaguardar sus poltronas y privilegios, pero no a dialogar, a consensuar y a ceder en pro de los intereses ciudadanos. Y, hete aquí, eso es justamente lo que ha dictaminado la puta base votante en las últimas elecciones municipales, autonómicas y nacionales celebradas: que hablen, que acuerden, que cedan y, en definitiva, que sacrifiquen sus particulares y partidistas ambiciones en favor de las necesidades generales de los sufridos curritos.

Pero, tú verás, no saben. No están acostumbrados. No logran salir de ese más eres tú, tururú que, por fin, ya no sirve absolutamente para nada porque han aparecido nuevos tús y novedosos tururús. Y ahí están, totalmente atolondrados, Rajoy, Sánchez, Iglesias, Rivera y cía en busca del arca electoralmente perdida y por aquí están también, atacando o contraatacando en el desconcierto gubernamental, el ejército de Jefe Page, las huestes de Molina, los diferidos cuates de Cospedal o los primeros ediles de Manzanares y Talavera de la Reina, por ejemplarizar con dos patas distintas de ese mismo banco público.

Por decisiones tomadas, promesas incumplidas, ataduras, limitaciones manifiestas, legionellas o lejosquedan cada uno de estos últimos, los más próximos a nosotros, están tensando partidista e interesadamente una cuerda que en el caso talaverano, un suponer, era larga e increíblemente elástica hace tan sólo unos meses, cuando Cospedal mandaba y los talaveranos, igualito que ahora, aguantaban. Pero, ya digo, aquí sigue la puta base ciudadana, cámara en ristre, para retratarlos en estos momentos en los que ya no valen excusas ni paripés. O se sirve, o a la puta calle. Así de claro.

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