La semana pasada coincidí en una comida propia de las fechas en las que estamos con mi viejo amigo Juan Icaza. Me dijo Juan que seguía mis artículos pero que en su opinión habían perdido fuerza y les faltaba el empuje de otros tiempos. Que blandeo, vamos. Seguramente; mi excusa es que un par de accidentes cardiovasculares amansan a cualquiera pero no voy a hablar de enfermedades que además de ser un asunto privado son aburridas y de mala educación. Reconozco que el tiempo no pasa en balde, lo digo más que nada porque hace unos días he visto en la televisión autonómica a Miguel Méndez dimitiendo de sus compromisos en las plataformas y movimientos ciudadanos que ha puesto en marcha con el único objetivo de vigorizar y dar vida a la sociedad talaverana, la gente de esta ciudad con la que se siente tan comprometido. Decía Méndez que es hora de dejar paso a los más jóvenes en lo cual puede tener razón, pero ignora que talaveranos como él son muy difíciles de reemplazar por lo que es también fácil que no la tenga. La razón, digo. Y aunque los entendidos en esto de escribir columnas dicen que el éxito de ellas es que traten de un solo asunto, voy a hacer una excepción porque creo que la cosa lo merece. Se trata de la cuestión de la universidad privada que quieren instalar unos empresarios en Talavera. En estos días se ha escuchado de todo, desde que se trata de una trama de blanqueo de dinero hasta los que dicen que todo es una gran operación destinada a dar un pelotazo urbanístico. Será que como la vida nos está tratando tan mal a los talaveranos en los últimos tiempos, nos cuesta creer que alguien se haya fijado en nosotros para instalar aquí nada menos que una universidad privada, Hemos llevado demasiados palos para creer en tal lotería sin haber jugado ni un número. Más valdría que en vez de tanta imaginación malgastada urdiendo malos rollos sobre gente que viene a Talavera con buenos proyectos, los maledicentes arrimen un poco el hombro para salir de la angustiosa situación en la que nos han puesto los dirigentes políticos en los últimos años.
Arrimar el hombro cada uno en su terreno, porque esa vaciedad de las “propuestas” que es un trabajo de los políticos, que para eso los eligen, lo tienen que hacer ellos, estaría bueno que encima de tener que sufrirlos y pagarlos a precio de riñón tuviéramos que darles el trabajo hecho, mascado y digerido.
Que hagan algo, coño. Que piensen en “las propuestas”.