Aquellos que defienden que la Ciudad de la Cerámica es una urbe acogerá disponen de un gran ejemplo en Santos Martín. Llegó a Talavera –este cruce de caminos- desde la población manchega de Manzanares para quedarse aquí para siempre.
Ya cuenta con noventa años, pero dispone de una memoria de elefante. Recuerda épicos partidos de los dos extintos talaveras y, mucho mejor, del actual CF Talavera. No puede olvidar las dos veces que se le dio muerte al San Prudencio para que el Talavera continuara con vida.
Integra esa nómina de aficionados de pro al fútbol local en las que estaban Vicente, Teo el pescadero, Mela, Zarra y aún permanece Lázaro Alcaide. Y la cámara de Betis no podía dejar de captar la imagen de un Santos que siempre le acompañó desde la grada cuando el genial fotógrafo defendía la elástica del CD San Prudencio.
Santos Martín ha hecho de todo para ayudar al primer equipo de la Ciudad de la Cerámica. Ha vendido entradas, lotería y repartido los carnets de asociados. En el bar que regentó –el desaparecido Casa Santos, en Barrio Nuevo- se creó una escuela de opinadores de fútbol, se escribían en la pizarra las posibles alineaciones del club y, además, la última hora de la entidad.
Tanto se debatió del asunto que hasta Santos se hizo corresponsal de la agencia Mencheta y sus crónicas del Talavera, cuando jugaba en El Prado, se podían leer en periódicos regionales, como el Lanza, y en nacionales, como el As.
La figura de Santos ilumina cada jornada unos graderios que han ido cambiando con el paso del tiempo. Toda ha ido modificando en esta ciudad de nuestros pecados, todo…menos él, que continúa con la ilusión y la camaradería de siempre mientras rezuma gratitud por los cuatro costados.