El 24 de Junio amanecí a las 6 de la mañana bajo la mirada disgustada de mi marido. “Nos salimos” me dijo, “me duele el estómago. Qué vamos a hacer…”. Y así empezó todo.
Llevo algo más de una año viviendo en Huntingdon, una ciudad pequeña cerca de Cambridge. Mi marido es inglés aunque en casa le llamamos manchego porque a él lo que le gustaba era vivir en España, callejear por Talavera, tomar café con bizcocho por la calle del Prado y comer las migas de mi abuelo. Con la crisis le despidieron y al cabo del tiempo se tuvo que volver a Inglaterra a trabajar, y detrás me vine yo.
En La Isla, como la llamo yo, siempre me ha ido bien. Conseguí un buen trabajo pronto, estamos rodeados de naturaleza y vivo en una casita simétrica con jardín. Pero lo mejor ha sido siempre la acogida. He conocido a mucha gente en multitud de ‘Meetups’, reuniones sociales de temática variada. Café y tertulia, meditaciones, debates, excursiones, clubs de lectura, y cenas los viernes por la noche. Los ingleses han hecho por conocerme. A mí, a mi cultura, mis recetas y mi historia.
Esos mismos ingleses han votado en mayoría para salir de la UE por diversos motivos. Porque no tienen voz ni voto en las decisiones que se toman en Bruselas, porque piensan que les revierte poco económicamente, porque algunos sí, están cansados de la inmigración, sobre todo en zonas del norte. Por lo que sea. Es su Isla y hay que respetarlos. Muchos de esos ingleses se han arrepentido del voto que emitieron como castigo a Cameron, pensando, como todos los hacíamos, que el ‘Leave’ (salida) nunca ganaría.
Leo por todas partes la supuesta ‘avalancha’ de agresiones verbales a los europeos. El pánico de los españoles que ya no se sienten queridos y no saben qué les depara el destino. Yo abogo por la calma. Yo sólo he visto campañas vecinales poniendo posters caseros en las ventanas diciendo ‘Europeans welcome here’ (europeos bienvenidos aquí); han organizado una gala local para que nos juntemos ingleses y no ingleses y celebremos la convivencia, y ha empezado la campaña del imperdible donde la gente lo lleva puesto a la vista con el significado ‘solidaridad con los inmigrantes’. En mi oficina me valoran y siguen chapurreando el español que les he enseñado e intentado perfeccionar sus paellas con la receta de mi madre.
Habrá quien no nos quiera, pero yo no me lo he encontrado. Estoy querida y muy bienvenida. Centrémonos en el aquí y el ahora. Y cuando se marchen de la EU, si mi vida se complica en algo, me volveré a España o exploraré otro trocito de nuestra Europa que es más ancha que Castilla y hay sitio para todos.
Estupenda llamada a la sensatez.