O picar y convertir en fosfatina una ciudad, Talavera de la Reina. Volver añicos deseos, esperanzas, porvenires, necesidades, lógicas concretas tan improrrogables como jodidamente prescindibles. Talavera y la acción política es como ese guarro que los días de matanza ves nervioso y parapetado en la zahurda, barruntando lo que se le viene encima, sabedor que lo que se daba se acaba. Luego, por la tarde, el guarro ha dejado de ser, ya no es un ser vivo, mero amasijo de pedazos de carne destazados, morcillas y chorizos embutidos, tripas y sangre.
Talavera es como ese guarro que cada cuatro años se mete en la máquina de picar carne. Ni estamos ni se nos espera. Ni están -los de allí, llámese Toledo Junta/Diputación o Madrid- y ya hace tiempo que dejamos de esperarlos. Pero el problema más serio es que no estamos nosotros. El tran tran administrativo/político que nos lleva de nuevo ha alcanzado su equilibrio, que no es sino el de la negación de la posibilidad de colocar a esta ciudad en las vías de su época y de su tiempo. Otra vez, de nuevo y como siempre, cada partido de los que se van turnando en la novísima restauración de la Transición, transaccional y que ha entrado de bruces en la crisis de los 40, otra vez digo -pactos de partidos de derechas, transfuguismos inducidos y pleitesía a la Junta- han logrado alcanzar la velocidad de crucero política/partidaria/pastueña exacta para que Talavera no moleste, no estorbe. No exista.
Pero el problema serio, digo, somos nosotros. No hemos entendido en décadas que en el juego siembre gana la banca, y perdemos nosotros. Año y medio analizando cómo va el juego me lo deja claro. Mientras no rompamos el bucle, la pescadilla que continuamente mete la cola o el culo en la boca, esto no tiene solución. Se nos caerá la muralla, no tendremos tren ni desdoblado ni electrificado, ni abono transporte para salir a Madrid, y nos iremos consumiendo en nuestra propia salsa, espesándonos hasta que nos quedemos pegados y petrificados en el fondo de la cacerola. Lo de Talavera no es un asunto cíclico, sino empecinamiento en insistir en modelos fallidos.
Ahora, alcanzada finalmente esa velocidad de crucero a ninguna parte del mandato, mayoría absoluta del Partido Popular más Ciudadanos, con el PSOE fiel guardián de las riendas y cortapisas de la Junta y Page, con la imposibilidad de una moción de censura por la operación tránsfuga perfectamente abonada, se representa un panorama sabido y consabido. La máquina de picar carne continúa su trabajo a todo tren, destazando y embutiendo las aspiraciones de una ciudad y de un tiempo que se nos va, como el agua del Tajo por el Trasvase, como el del Alberche para Madrid, como la gente por La Sepulvedana para no volver, como las grullas ya inquietas de primavera en el Guadyerbas, como las aguanieves en lo que va quedando del Prado del Arca.