Ahora, cuando Miguel Martínez Camacho ‘El Betis’ disfruta de esa época dorada de la jubilación, le ha dado por andar con su cámara en ristre por la calles de la Ciudad de la Cerámica para retratar personajes que significan mucho para él y para su memoria. A la mayoría de ellos los comenzó a conocer en el bar La Solera, del barrio de la Puerta de Cuartos, un local que regentó su padre. Con los restantes ha ido coincidiendo en su vida laboral y social.
Es decir, que por la cámara de Betis irán desfilando un centenar de talaveranos que significan algo para él. De muchos, guarda un primer recuerdo visual de cuando era un niño al verlos deambular por aquel popular establecimiento y de otros su primer enfoque es más reciente, pero tan importante para el alma de este artista de la imagen.
Abre la sección Rosa Gómez, una talaverana que, por accidente, nació en la población valenciana de Buñol. Su reinado siempre ha sido la calle Corredera del Cristo y su principal aposento la entrada al Mercado de Abastos. Un espacio hoy cerrado por una decisión municipal que está haciendo tanto ruido como producen las panderetas y zambombas que cada Navidad expende esta amable vendedora.
Además de ofrecer estos artículos, dentro de pocos días, Rosa también pondrá a la venta las tradicionales caridades que tanto gustan a los talaveranos. Alrededor de sesenta años lleva en un puesto en el que hace tiempo se podían adquirir otros productos como frutas y verduras.
Rosa Gómez encarna el espíritu comercial de una ciudad venida a menos. Supo sacar adelante a sus siete hijos y a dos sobrinos. En las fotos de Betis luce en color, pero todos recordamos que ella era parte de esa Talavera de blanco y negro de penurias, desánimo y frío.