A veces se olvida el objetivo. Y se confunden las estrategias. La política debe ser una herramienta para mejorar la vida de las personas, de los territorios administrados. Esto, que da vergüenza hasta decirlo de obvio y de cajón, se olvida a la primera, y la política se convierte en un instrumento de partido, poder, cambio de cromo, y si te he visto, querido votante o votanta, no me acuerdo.
La fragmentación e involución del panorama político nacional tendrá reflejo, aunque más moderado y conservador –como siempre– en Castilla-La Mancha. En cuatro meses, el 26 de mayo, estaremos votando en Talavera de la Reina una nueva corporación municipal. Y nos toca decidir si seguimos igual, o se acomete algún cambio que sitúe a la ciudad en la senda de, al menos, algún destino.
El escenario que ofrecen los ocho años de mayoría del Partido Popular (la primera mayoría absoluta, la segunda apañada primero y luego comprada con dos concejales de Ciudadanos, a la postre expulsados de su formación), no puede ser más desalentadora. Desubicados, sin proyecto de ciudad, con formas de interpretar las distintas áreas de gobierno más que agotadas, sin nada que ofrecer después de ocho años…; y como guinda unos presupuestos municipales para 2019 que se desdicen de la política de los siete años anteriores, y que -ahora sí aunque sin demasiado atino- entienden que el austericidio presupuestario e inversionista, la parálisis permanente, ha sido más que nociva para Talavera. Ocho años después se dan cuenta.
Desconozco, evidentemente, el resultado de las próximas elecciones. Pero me lo voy temiendo. La fragmentación de la derecha no resta votos, ni restará representación, al contrario. Y al igual que se han comprado dos concejales este mandato, el próximo de ser necesaria, se usará la misma medicina. Me preocupa más la incapacidad de organizar una propuesta seria y creíble para y por Talavera. Hay mimbres, y ganas, pero no cuaja nada, porque ir contra la maquinaria del poder establecido, de la alternancia de facto consolidada, tiene sus riesgos.
El continuo machaqueo al que se ha sometido a Ganemos Talavera es prueba de ello. Desde el principio se intentó controlar y poner a disposición de los partidos clásicos. No se pudo, pese a los mangoneos reiterados que acabaron con la fuga de dos concejales que ya tenían creado un partido incluso antes de integrarse en Ganemos Talavera; a lo que se suma el desapego de las direcciones provinciales y regionales de Podemos e Izquierda Unida. La independencia y trabajar sin consignas por lo que crees mejor para tu ciudad, tiene un coste. El asunto es si estás dispuesto a pagarlo.
Entiendo que preocupe a un PSOE –que, salvo previsible traca final, no se ha preocupado en cuatro años desde la Junta en casi nada por Talavera–, la fragmentación de la izquierda social, a la que también han contribuido; aunque sus ojos estén puestos como primera opción en Ciudadanos. Pero el tactismo político es lo diametralmente opuesto al objetivo, al menos para mí: arrancar los motores de Talavera.
Para ello sumar es la clave. Quien no lo entienda queda descartado de salida. Los que han purgado, dinamitado y vaciado de contenido círculos, asambleas y presentan su personalísima cabeza de ratón, deberán entender que la política es el servicio, solucionar problemas, atender a la gente, visión de ciudad. Sumar, en definitiva, como ya se está viendo como única salida sensata en gran parte de España.
Generosidad, amplitud de miras… sumar. Los proyectos creíbles son los que creen en la gente, con programas elaborados para solucionar sus problemas. No las consignas de cartón-piedra, los candidatos puestos a dedo por maquinarias de partido desde despachos de Madrid, Toledo…, maquinarias que se van desmoronando en su vacío. Sabemos en Talavera, treinta años después, a dónde nos ha conducido el juego y la obediencia genuflexa al partido y a Toledo. A ver si aprendemos de una vez y somos capaces de organizarnos.