José Antonio y Raquel quieren que el Ayuntamiento de Talavera tenga a bien arreglarles la casa que les alquiló en la calle Arapiles, principalmente las humedades que con la lluvia aparecen en las paredes de los dormitorios.
Dicen que han sido muchos los escritos registrados -nos muestran los dos que han encontrado al solicitárselos- y las peticiones realizadas de forma oral a responsables municipales, pero salvo “buenas palabras”, hasta ahora ninguna solución.
En este sentido cabe señalar que han pasado casi dos meses desde que el concejal del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Talavera, David Gómez, rogase al equipo de Gobierno en el Pleno del pasado mes de enero que atendiese las demandas de esta familia, sin embargo desde entonces no ha habido ninguna novedad al respecto.
Habitabilidad y insalubridad
José Antonio lamenta que la visita de un redactor de este digital no se produzca en época de lluvias: “verías cómo se ponen todas las paredes; empapadas, negras, mohosas”, apunta. Empero, tras un invierno especialmente seco, a simple vista y pese a estar secas y limpiadas esas paredes se observa la magnitud del problema.
No hace falta ser técnico para darse cuenta que en esta vivienda situada en el bajo izquierda del número 3 de la calle Arapiles la capilaridad campa a su antojo y que el agua asciende por esos muros llegando, incluso al techo, como atestiguan las manchas, “vienen de abajo por toda la pared”. En días de lluvia la habitabilidad en los dormitorios –dicen- es imposible, lo que supone un problema de insalubridad que se extiende a toda la casa.
Dos hijos con discapacidad y una nieta a su cargo
La situación de esta familia es especialmente delicada, de las calificadas de emergencia social. A José Antonio le dieron hace 7 años la incapacidad laboral permanente y cobra una pensión de apenas 300 euros. Su mujer, Raquel, nos desvela que lleva desde 2015 sin trabajar y recalca que “nunca me cogen para los planes de empleo”, pero ambos quieren dejar claro que pagan religiosamente todos los recibos e impuestos (alquiler, basura, luz y comunidad).
A esta precaria situación laboral, y por ende económica, deben añadir el tener dos hijos con discapacidad –una chica de 18 años y un chico de 23-, que están escolarizados en el Colegio BIOS, y una nieta a su cargo.
En esos días de lluvia, cuando las paredes rezuman humedad, la nieta y su hija se ven obligadas a abandonar la habitación y trasladarse al salón donde duerme el otro de los hijos.
Por otra parte, el agua ha deformado y levanta la tarima flotante que les pusieron en los suelos de esas habitaciones, algo que José Antonio no entiende “porque debajo no hay baldosa y el problema que tenemos en esta casa es el agua. No me lo explico”.
Como consecuencia de la humedad se han visto obligados a tirar muebles y a tener que revisar, retirar y airear periódicamente los que actualmente tienen para salvaguardarlos.
Por todo ello, dicen sentirse “engañados”, ya que -recuerda José Antonio- tuvieron que dejar una anterior vivienda en la calle Covadonga, que también les tenía alquilada el Ayuntamiento, por el mismo problema, humedades, “y estamos en las mismas, aunque aquella por lo menos tenía tres dormitorios y no dos como esta”, apunta.
Incumplimiento de la LAU
Ya en 2017 reclamaron el arreglo del baño, porque -como dice Raquel- “somos pobres pero en esta bañera da asco lavarse”; y el de las ventanas que, aseguran, no fue el Ayuntamiento como propietario de la vivienda quien las arregló, sino finalmente Cáritas. Ahora están intentando que se les realicen esos arreglos y les quiten las humedades, o que se les proporcione otra vivienda en mejores condiciones, pero pasan los meses “y aquí no viene nadie ni nada nos solucionan”.
La Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU), en su artículo 21, contempla que es el arrendador quien está obligado a realizar, sin derecho a elevar por ello la renta, todas las reparaciones que sean necesarias para conservar la vivienda en las condiciones de habitabilidad para servir al uso convenido, salvo cuando el deterioro de cuya reparación se trate sea imputable al arrendatario, que no sería el caso.
El bajo alquiler que pagan, y que agradecen, el calentarse sólo con una estufa de butano y encender las luces lo menos posible, unido a “un dinerillo” que José Antonio saca recogiendo chatarra en un carro de mano, les permite “ir tirando” en el día a día lo que no debe ser óbice para vivir en esas reclamadas condiciones mínimas de salubridad y dignidad.