No hará falta que le explique que un pasillo es una zona poco amable con el habitante. Seguramente, si le pregunto, ni siquiera considere el pasillo de su casa una habitación. Es normal, y es sencillo: no ocurre nada en ellos. Estos corredores domésticos no son más que el resultado de una distribución que no ha prestado atención a las transiciones que se producen entre sus estancias. No obstante, no son pocos los ejemplos de buena arquitectura que borra la tristeza de este corredor, donde el tabique queda relegado por interesantes juegos visuales y espaciales. De repente, donde nada ocurría, se producen experiencias arquitectónicas infinitamente más interesantes. De repente, un pasillo se convierte en un lugar donde estar.
¿Qué me diría si ahora le pregunto en qué se parecen una calle y un pasillo? Caerá enseguida en la cuenta de que, por un lado, los corredores urbanos pueden comportarse como un simple pasillo aburrido. Únicamente comunican una calle con la siguiente, y en ellos la actividad y el disfrute es nulo. Por otro, se habrá dado cuenta de que existen ejemplos de calles ricas en elementos urbanos, con transiciones y secciones perfectamente estudiadas, vegetación, pocos coches y por donde la gente quiere pasar. Esto último, de importancia capital, tiene la siguiente consecuencia: la proliferación del comercio. Y esta cuestión, esta relación entre el buen diseño urbano y actividad es algo que han comprendido perfectamente las grandes superficies comerciales.
No estaré desencaminado si afirmo que usted ha visitado cierto centro comercial a las afueras de Talavera. Si lo ha hecho, estoy convencido de que su llegada ha sido en su vehículo privado. Pero fíjese, fíjese bien. Su coche queda estacionado a un nivel diferente, sale de él, y accede caminando a las tiendas, perdiéndolo de vista. Tras esto, accede a una calle. Sí, una calle. Y francamente, una de las mejores calles de Talavera. El pasillo de este centro comercial tiene una mejor calidad urbana que muchas de las vías del casco de Talavera. Una sección adecuada, una perfecta iluminación (artificial, por supuesto), bancos y vegetación, exposiciones temporales, bares, comercios, mercado y hasta cines. Y como colofón, unas rotondas que funcionan como plazas, de las cuales una de ellas acoge un pequeño parque de juegos para los niños. Ni un solo coche. Y, además, gente. Mucha gente.
La realidad es que Talavera en su casco ya tiene muchos pasillos grises y aburridos. Pero aún hay esperanza: en la ciudad construida hay oportunidad de enmienda. Los espacios residuales pueden convertirse en lugares de actividad, las secciones de la calle pueden modificarse y adoptar una plataforma única peatonal y el equipamiento urbano puede enriquecerse enormemente. Convertir las calles en un lugar en el que estar, por el que pasar, es una cuestión fundamental. Y la razón es sencilla: atraerá a la gente. Sólo a continuación volverá el comercio. Tenemos las referencias, las ideas y las personas adecuadas para hacerlo. Talavera es una ciudad llena de pasillos. Es hora de tirar los tabiques.
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