La llegada de la pandemia ha obligado a que esta época estival sea diferente. El miedo al coronavirus ha hecho posible que las poblaciones de la provincia de Toledo, mucho de ellos ubicados en lo que llaman la España vaciada, recuperen imágenes de antaño y sus calles se llenen de paisanos que habitan en otros lares, especialmente en las grandes ciudades.
Así, en el pueblo, estos días, habita más gente que de costumbre y no se puede disfrutar de un servicio esencial como la piscina municipal. De pronto, por magia de la pandemia, desaparece la mayor diversión del lugar, el mejor centro de reunión, el escenario perfecto para cenas y comidas. Pero no importa, la seguridad y la salud es lo primero.
No obstante, cambiar la playa por el pueblo tiene su atractivo. Y es que en cualquier núcleo urbano de la zona se cuenta con todas las comodidades que, aunque no hacen olvidar las excelencias de la piscina, arreglan el veraneo. No está mal después de tanto sufrimiento.
Unos pueblos toledanos que son lo que son gracias a sus equipos de gobierno, en general, y a sus alcaldes, en particular. Ellos, acostumbrados a vivir alejados de la primera línea política, tienen que lidiar ahora con el ideario del partido de turno. A los presidentes de las corporaciones gobernadas por el PP se le ha trasladado la orden de actuar verbalmente contra el presidente Emiliano García-Page acusándole de no saber atajar las consecuencias de la pandemia y los alcaldes socialistas deben de defender la causa.
Hemos visto en algunas ruedas de prensa como alcaldes del Partido Popular hacían de tripas corazón poniendo a caldo al presidente cuando su único objetivo es dotar a su localidad con las mayores comodidades posibles y a sus vecinos del mayor progreso. Y es que una cosa es el partido y otra la evolución de su pueblo, tal y como expresaba hace algunas fechas un alcalde y, a la vez, diputado provincial del grupo popular.
Enfrentamiento
Pero éstas son algunas de las consecuencias de esa política de enfrentamiento por el enfrentamiento que ha anidado en el Congreso de los Diputados y se esparce por todo el territorio nacional. Paco Núñez continúa acatando a rajatabla el ideario de Pablo Casado, no quiere pactos con el PSOE y aquí en Castilla-La Mancha se ha dado que Núñez sea incapaz de pactar con García-Page, pero que el jefe del Ejecutivo autonómico lo haga con Alfonso Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León y uno de los barones del PP.
Esto viene a desdecir eso que siempre airaba María Dolores de Cospedal: que solo había un PP en toda España y no como el PSOE, que eran diecisiete. Y la verdad que aquí en la región los populares demostraron ser a imagen y semejanza que el partido central. Claro, que así les fue. El PSOE por su parte sigue sin acatar sin rechistar lo que dice el Gobierno. Bono y Barreda dejaron patente sus desacuerdos con presidentes y ministros de entonces y García-Page no se oculta cuando tiene que decir que algunas decisiones del propio Sánchez o la ministra Teresa Ribera, por poner un ejemplo, no cuentan con su aprobación.
Y es que pese a la pandemia, las maniobras políticas copa la actualidad. Lola Merino, por ejemplo, no ha tenido reparo en comparar al PSOE de Castilla-La Mancha con ETA, hemos visto como han aparecido pintadas con amenazas a los miembros del Partido Popular en Illescas y Fuensalida, que han sido condenadas por los socialistas. Y hasta se ha dado cierto protagonismo despectivo a una imagen de Fernando Mora en las Cortes regionales.
Quizá lo mejor de las últimas lunas haya sido comprobar como Illescas se ha convertido en la capital de España de la logística de la mano de ese cebollano que es José Manuel Tofiño, que está dejando impronta como alcalde, algo que ya hiciera como presidente de la Diputación de Toledo. Tampoco hay que olvidar el trabajo de Milagros Tolón, que diariamente empuja a Toledo hacia la modernidad o la intenciones de Tita García en su afán de hacer de Talavera lo que desde hace tiempo demandan los ciudadanos.
Claro, que el ambiente del terreno de juego en que compiten dichos alcaldes es distinto. Tofiño ha sabido vender la burra y Toledo, pese a que moleste a cierto sector de Talavera, ha sido capital del Imperio. En la Ciudad de la Cerámica, pese a que ha sido una buena cantera de tratantes, es difícil no ya vender la burra, sino cualquier cosa. Y es que es difícil colocar un producto cuando tu compañero de corporación lo está echando por tierra, como decía el exalcalde José Francisco Rivas en algunos periodos de su recordado mandato.