Leer los signos era una buena profesión, más y mejor reconocida según retrocedemos en el calendario. Leer los signos: el vuelo de las aves, la aparición de luces nuevas en el cielo nocturno, el silbido del viento en la oquedad de la montaña, la disposición de los posos en el fondo de la taza de la infusión, el orden en que quedan las cartas en la baraja, las runas lanzadas como dados… te habilitaba, básicamente, para poder alimentarte, vestir e incluso vivir cómodamente sin dar un palo al agua, pero, eso sí, tras un más o menos largo aprendizaje a la sombra de otros lectores de signos. Hoy en día, los lectores de signos suelen ser denominados analistas y se diferencian de los herederos de lo antiguo en que basan sus predicciones en los hechos de los humanos. Conocen sus intenciones, sus capacidades, sus métodos, las dificultades que afrontan y las armas de que disponen, y cuando yerran, te explican de un modo perfecto la génesis del error y la imprevisibilidad de la argucia imprevista, de la evolución imposible, de la sorpresa inesperada.
Hoy voy a jugar a analista iconoclasta, y voy a leer los signos con una intención diferente a la que se supone que debe animar al augur. Yo no quiero avisarles a ustedes de lo que va a pasar, pues no tengo ni idea, pero sí construir una utopía sin más herramientas que lo que leemos y escuchamos estos días. Y como con estas cosas podemos remontarnos hasta Viriato –que es lo que hace cualquier demagogo que se precie-, debemos por higiene argumental marcar un punto de partida. Un punto que, por extraordinario, impredecible e irrepetible, pueda sernos útil para no perder las referencias, si esta utopía que voy a construir ha de parecer al menos aceptable.
Vox presenta una moción de censura cuya única sorpresa es el tono desabrido y el ataque personal con el cual, el líder del PP, se aleja públicamente de su antiguo compañero de partido, de su aliado en la gobernanza de comunidades y ayuntamientos en una réplica que más que respuesta sonó a repudio. Y a partir de aquí los signos:
Europa no parece muy contenta con la intención del Presidente de reformar el modo de elección de miembros del CGPJ “a la polaca”, pero de paso, se recuerda de una forma más o menos velada, que esto de los presupuestos es serio y necesario, y que deben aportar una imagen de estabilidad que tranquilice a los verdaderos barones de la Comisión Europea. Antes, la ministra del ramo ya había sugerido al PP que debía negociar los presupuestos, petición o exigencia reiterada por algunos otros miembros del Gobierno. Arrimadas no se inmuta antes los insultos y la presión de rufianes y podemitas cuando anuncia su disposición a negociar los presupuestos, ni se achanta ante el discurso ofensivo que le llega por la derecha. Casado es alabado por la izquierda ante el enfado de la derecha a su derecha, y tampoco le suda la frente por ello.
En estas, llega el Presidente, congela la reforma, pero abre una nueva mesa de juego con la extensión de estado de alarma que obliga en teoría a Casado y al PP a mostrarse en contra. Podemos cierra el presupuesto con el Gobierno con unas cuantas medidas para la galería, de consumo para una Europa que nos exige gastar menos o recaudar más, y no se inmuta cunado Arrimadas anuncia que negocia la retirada del impuesto al diésel y se dispone a decir que sí. Podemos y Rufián ya no hablan de nada de nada con Ciudadanos en plan o ella o nosotros.
El gobierno sigue acercando presos etarras al País Vasco, hablando abiertamente de indulto a los políticos catalanes presos, pero hay una nueva oleada de detenciones por el “prucés” y el uso de fondos públicos para la broma secesionista, lo que vendría a demostrar al PP que no hay un entreguismo total al independentismo. Indultados unos, conviene tener algunos presos más en la recámara. Y el fiscal supuesto amigo de la abogada amiga de Pablo Iglesias no se queda con la plaza que ocupaba sin propiedad en Anticorrupción…
Uno lee estos signos y piensa: todo es un proceso con los tiempos marcados para llegar a un gran pacto que dé estabilidad a nuestro país al menos durante dos años más, y que podría complementarse con garantías al PP de que en las CCAA en las que gobierna con el apoyo parlamentaria de Vox, una ruptura por parte de los de Abascal no significaría la pérdida del gobierno ni la congelación presupuestaria.
¿Verdad que suenas utópico? Como si alguien por fin hubiera logrado que la pandemia, la crisis económica añadida, el ascenso de Vox en las encuestas, la certeza de que la Monarquía no tiene en estos momentos un recambio de consenso, el pacto de Toledo, y la dependencia de Europa y su control del maná que precisamos les hiciera ver a todos que el caos no es asumible, ni bueno, ni oportuno, ni necesario. Vox habría visto el panorama tan claro que los insultos y desprecios de Casado no se traducen en ruptura “por responsabilidad”, o por estrategia, o por necesidad. Da igual…
Bueno, ríanse ustedes de servidor. Pero los signos, leídos como yo quiero leerlos, me permiten construir una utopía. Igual ustedes tienen otra… soy todo oídos.