La peatonalización de la Corredera del Cristo de Talavera en días festivos sigue siendo un arcano indescifrable para el ciudadano de a pie.
Los carteles anuncian la prohibición de transitar vehículos esos días, unos días las vallas al final de la calle Carnicerías y adyacentes están y otras no, y de las cámaras que iban a empezar a funcionar a finales del pasado mes de mayo para tomar las matrículas de los infractores nunca más se supo.
El hecho real y cierto es que este jueves, festividad del Corpus Christi, la emblemática calle de Talavera ha tenido un tráfico notable, proporcionado a un día laborable.
La medida del Gobierno Ramos de peatonalizar esa vía y otras adyacentes desde las 14 horas del sábado hasta las 23 horas del domingo, incluyendo lo festivos, no se ha cumplido.
Los vecinos de la zona y ciudadanos en general que gustan de acudir a la zona conocedores de las comodidades de esa peatonalización vuelven a reclamar, ahora al gobierno entrante, que determine y se posicione al respecto.
Si es que somos muy cerriles.
Se ha comprobado que la peatonalización ha sido un acierto total y ha contribuido al auge de la zona. Y eso que solo son unas horas los sábados y el domingo entero.
Es más, debería ser peatonal todo el año por muchas razones:
– Disminiur la contaminación tanto ambiental como acústica
– Aumentar la comodidad de los peatones con el consiguiente aumento de trasiego por la calle y por ende aumento del consumo en los negocios que hay allí.
-Existen rutas alternativas para llegar a cualquier sitio que se quiera llegar en coche sin tener que pasar por la corredera del cristo, que es la arteria principal que es cortada.
-Mejora de la salud de los talaveranos, que andar un poquito siempre viene bien.
-Etc, etc, etc.
Lo que no puede ser es que confíes en que la zona es segura al estar cortado el tráfico y de repente te encuentres a un coche superando los 30 km por hora a cualquier hora de un sábado por la tarde noche o un domingo, con el peligro que esto supone sobre todo para los niños. E incluso con la cara tan dura de llegar a aparcar al lado de la terraza en la que piensa tomarse algo ese conductor.