REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ MANUEL FOTOGRAFÍAS
Una de las procesiones más admiradas, seguidas y sentidas, la Procesión del Silencio, volvió a congregar a cientos de talaveranos en torno a la ribera del río Tajo la madrugada del Jueves Santo.
El sonido del repique de tambores que interrumpe el sepulcral silencio devoto de protagonistas y asistentes, la estética de la que hace gala la Cofradía del Santísimo Cristo de la Espina y la excelsa talla del maestro José Zazo y Mayo, que data de 1764, crean una atmósfera única e inconfundible que conmueve y reconforta.
Con una parsimonia indeleble y firme, el paso se hizo visible en la noche talaverana desde que abandonó su temporal cobijo en el colegio Madre de la Esperanza para atravesar el Tajo por su zona más noble y distinguida, el Puente Romano. Hasta su destino en La Colegial el sentimiento se dejó palpar en cada uno de los metros y rincones del recorrido.
A todo ello, se le suma ese orgullo que esconden bajo sus túnicas los cofrades de a pie y los costaleros por pertenecer a una Hermandad que nació al amparo del gremio del Comercio allá por el año 1957 y que protagoniza una de las salidas más sobrecogedoras y conmovedoras de la Semana Santa de Talavera.