Desde marzo de 2020, la pandemia ha originado un cataclismo que ha hecho temblar muchas estructuras sociales y económicas que hasta hace un año creíamos inalterables. La Educación, como uno de los pilares de nuestro estado de bienestar ha sido una de ellas. Sin previo aviso ni plan de acción, con la llegada de la COVID-19 a nuestras vidas, la educación a todos los niveles tuvo que reinventarse a contrarreloj.
El primer reto estaba claro desde el comienzo del estado de alarma: garantizar la continuidad del curso implantando la enseñanza telemática. Una modalidad educativa que hasta entonces se había limitado prácticamente a la enseñanza superior y a la Formación Profesional.
A pesar de la falta de experiencia en la enseñanza en remoto, encontrándonos en pleno confinamiento pandémico, la necesidad de continuar el proceso educativo manteniendo además la calidad de la enseñanza se convirtió sin discusión posible en el reto número uno de la Consejería de Educación. Un reto donde las claves para salir adelante fueron, sin duda, el esfuerzo de toda la comunidad educativa, unido al esfuerzo inversor del Gobierno regional, que no dudó en gastar hasta el último céntimo necesario para adquirir los dispositivos electrónicos que hacían falta para ayudar a saturar la brecha digital que sufría parte de nuestro alumnado.
La accesibilidad y continuidad del proceso de enseñanza fueron, por lo tanto, el primer camino a andar en Educación durante este año de pandemia, pero junto a este, otros han sido también muros a salvar para garantizar que el virus no acabe también con nuestro sistema educativo: Proteger a nuestra infancia y garantizar el derecho a la educación de todo el alumnado por igual, y la vuelta presencial a las aulas, principalmente.
En cuanto al primero, la pérdida del contacto personal con profesorado e iguales supuso para niños y niñas una merma en su aprendizaje, en su desarrollo y en su bienestar socioemocional. Merma que ha sufrido de forma más directa el alumnado más vulnerable junto con sus familias, y que pudieron salvar gracias a medidas como la continuidad en la prestación del servicio de comedor durante el estado de alarma o los planes de refuerzo educativo que se siguen llevando a cabo durante este curso.
En lo que a la vuelta a las aulas se refiere, es evidente que la educación presencial es insustituible al 100% por lo que aporta el contacto directo y próximo; y por ello, desde las Consejerías de Sanidad y Educación se propusieron en todo momento medidas que permitían regresar a los centros educativos con las mejores garantías. A punto de finalizar el segundo trimestre, y pese a lo que vaticinaban las aves de mal agüero que más bien parecía que se alegraran de que el inicio de este curso escolar pudiera salir mal, nuestros centros resisten abiertos. De hecho, en ningún momento el porcentaje de aulas afectadas en nuestra región ha llegado al 1%.
Hoy pareciera que el éxito de mantener la enseñanza presencial ha acabado asumiéndose como algo normal y ya no se oye a ningún partido apocalíptico clamar por la locura de hacer a nuestras hijas e hijos asistir al colegio a diario, pero qué duda cabe que -dadas las circunstancias- el aguante y la baja contagiosidad se deben en gran parte a que esas medidas de prevención aprobadas por el Gobierno regional, esas que tanto criticaban a finales de verano, han funcionado.
Y después de un año de pandemia también académica, y vistos los resultados, yo me pregunto: ¿Qué habría pasado si esta crisis llega a nuestra región en plena ola de medidas de austeridad, recortes de personal y desmantelamiento del sistema educativo regional? La respuesta es sencilla: la insuficiencia de recursos habría hecho imposible dar respuesta a la crisis educativa.
Sin embargo, la premisa del presidente fue clara desde el principio: tomar medidas que además de proteger la salud tuvieran una respuesta con un enfoque de derechos con el fin de no dejar a nadie atrás. Y es que, en esa lucha por la justicia social el Partido Socialista lo ha tenido siempre claro: la Educación en igualdad de condiciones es prioritaria. Y es que ninguna sociedad puede recuperarse plenamente de los efectos de esta pandemia y volver a una normalidad, al menos no más injusta y desigual que la anterior, sin prestar atención preferente a la enseñanza.
Decía Víctor Hugo, “¿Cuál es el gran peligro de la situación actual? La ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria”. Por tanto, si es cierto que no queremos que nadie quede en la cuneta ni ahora ni en el futuro, debemos defender la educación con todos los medios a nuestro alcance. No caigamos en el error de dejar de lado la enseñanza haciendo más oscuro el camino para salir de esta crisis.
Diana López es portavoz de Educación del Grupo Socialista en las Cortes de CLM