Llevo días y días pensado y sopesando si hacerlo o no hacerlo y al final he decidido que voy a confesar: Sí amig@s, yo también subí al puente atirantado de Talavera con una cámara de fotos… pero con protección.
Para que quede constancia de ambas cosas ilustro esta columna de opinión, y opinable, donde se refuta lo dicho y se observa semejante prodigio de seguridad: el típico casco obra que cualquier directivo, político o periodista que se precie debe calarse “obligatoriamente” para poder visitar su/una infraestructura en construcción para así salvaguardar su integridad. Si me hubiera pillado allí cuando se soltó la tiranta en junio de 2011 nada me hubiera pasado en la cabeza. Por cierto, el informe para saber si ese percance fue por defecto de fábrica del anclaje o por errónea colocación parece inminente, como ‘la Pantoja’.
Subí y no lo hice trepando sin arneses, lo cual me parece una descomunal inconsciencia de juventud, sino en el montacargas (sí, montacargas y no ascensor como he oído y leído por ahí). Y desde allí arriba pude saber lo que se siente al estar en lo alto de un puente que costó al erario regional más de 80 millones de euros -y la cifra proviene de fuentes muy pero que muy fidedignas-: indignación.
El otro día decía en su red social un concejal liberado del Ayuntamiento de Talavera, de los pocos que puede caminar por la Ciudad de la Cerámica con la frente alta al justificar con trabajo y propuestas su elevada remuneración, que con ese dinero el Plan de Riberas podría ser ya una realidad. Pero ya se sabe que en la Casa del Pueblo de Talavera existe ‘el cajón de los grandes sueños’ donde pueden entrar magníficas propuestas que contribuirían a reactivar la ciudad, pero nadie sabe dónde está la llave que pueda abrirlo después para poder sacarlas y darlas viabilidad.
Y volviendo a la cúspide de la ciudad, desde donde se ve en los días claros, muy claros, muy, muy pero que muy claros Gibraltar (no dicen en Castellón que ellos ven Mallorca y en Almería África, pues eso), se ve igualmente con clarividencia el absurdo despilfarro de una construcción “prodigio de la ingeniería” que a ninguna parte va y casi nadie utiliza, que salva tan sólo el vado encenagado de un río vilmente estrangulado y que permite ver lontananza un puente, el del Alberche, en cuya construcción se afanaron los playmobil y los airgam boys para hacer realidad los planos diseñados por las ínclitas constructoras Tente y Lego.
Y ese día que subí se le preguntó a uno de los mandamases de turno que si habían sopesado poder hacer un centro de interpretación del puente que incluyese visita turística con subida al puente en un ascensor en condiciones y con una plataforma acorde para disfrutar del bellísimo paisaje de Talavera, del valle del Tajo, de la Sierra de Gredos, del campo Arañuelo; con su zona de restaurante y de ocio, con su parque infantil, sus aparcamientos, sus servicios…. y dijo, quedamente, “sí, está previsto”, cuando para acceder al montacargas hay que atravesar una autovía porque nadie pensó en iniciar el viaje al cielo de Talavera a ras del río y todo lo anteriormente detallado.
¿Y ahora critican, descalifican y ponen en busca y captura a unos chavales –repito, inconscientes donde los haya- que no se dejan adocenar como una buena parte de la juventud que vive el presente y busca el futuro en el fondo de un vaso de cubata; y para más inri en un sitio acotado y auspiciado por los ayuntamientos? Unos chavales que han optado por ser artistas urbanos y que como artistas tienen que crear y exponer sus obras a la ciudadanía, qué menos. Por qué no se persiguió a los que exhibieron por esos mismos lares ‘musso’ arte, pero de otro tipo.
Y preguntome, ¿quién ha promocionado mejor por el mundo Talavera de la Reina y su espléndido puente atirantado (a la vez que funesto) y encima sin gastar un solo euro de la tesorería local? Ya sólo por eso merecen nuestra admiración y no el reproche delincuencial al que han sido sometidos. Al menos eso pienso yo y muchos talaveranos agradecidos y aún asombrados por su descerebrado aunque plausible arrojo. Son puntos de vista, claro está.
