jueves, 22 febrero 2024
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El Tajo, vergüenza nacional

 

Miguel Angel SanchezQue al Tajo le salgan espumas no es nada nuevo. Recuerdo las que bajaban por el Puente Romano y llegaban a La Morana, enfrente de Patrocinio. Eran como planchas de corcho, me parecían bloques de glaciares de esos que ahora se rompen de las banquisas de los polos, y lo van llenando todo de cachitos de hielo, deshaciéndose poco a poco como en un vaso de güisqui sin fondo. Decía que en los setenta del pasado siglo ya bajaban los témpanos de espuma por Toledo o Talavera de la Reina, Jarama abajo, hasta que se detenían y sedimentaban en esos dos pudrideros inmensos que son los embalses de Castrejón y Azután. Nada nuevo. Para el Tajo el tiempo se ha detenido en la estación de la podredumbre y el olvido.

Nada ha cambiado. Por el Poder -mayúsculas- han pasado desde Franco y sus tecnócratas hasta la UCD, la Psoe y el PP. Y la cosa del Tajo sigue igual. Sólo ha empeorado con leyes, planes de cuenca, memorándums y reglamentos varios hechos a la carta por quienes manejan el asunto, y por quienes han hecho del artificial lamento del agua una máquina de segar votos. Y el Tajo sigue igual, porque ya se decidió en los sesenta del pasado siglo que éramos un territorio de segunda, y ahora sólo hemos pasado a ser de tercera. Madrid escapó de la quema, y ahora nos manda el Jarama, apretado de toda la basura que es capaz de arrastrar un río. Agua va…

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Aspecto del Tajo en Toledo el pasado sábado

Somos el vertedero, y la cantera. Vertedero de mierdas varias, entre ellas la nuclear que Cospedal empotró en Villar de Cañas, o la evidente y terca del Tajo, o las plantas de reciclaje que arden impulsivamente y como infiernos de cercanías en los pueblos de la periferia de Madrid, pero arrecostados en esta Castilla la Nueva novísima y amputadísima travestida de Castilla-La Mancha. Cantera de gentes, recursos y agua, agua que se va por los ríos, que son de todos, menos nuestros, menos del paisaje que los ve nacer y hacerse: Guadiana, Júcar, Segura, Tajo…

Por eso al Tajo le salen espumas, que ya no puede más, que el veneno va en el agua, pero a veces de tanto que lleva no le entra en el alma acuática, y se le desborda en témpanos adetergentenados, deconstrucción perfecta de la novísima política de aguas nacional, atrincherada en su XIX e incapaz de encarar el XXI, lo que el sentido común y Europa vienen dictando desde hace décadas.

La culpa de las espumas del Tajo la tiene el Tajo, por ser río y por pasar por esta tierra de agravios, de cínicos y de bien pagados a los que permitimos que vengan a reírse en nuestra cara. Un delegado del gobierno -que no gobernador civil del anterior régimen, no confundir, aunque lo parezca- debe dimitir inmediatamente en vez de echar la culpa a quien pasa por allí. El Estado es el responsable del fracaso de la gestión del Tajo, porque ha sido él quien ha amparado, permitido y hecho ley el asesinato del Tajo.

Volverán las blancas espumas a navegar el Tajo. Porque el Tajo es un cadáver insepulto, al que de vez en cuando le da por levantarse y pedir justicia, como esos aparecidos que no encuentran la paz. El Tajo es una vergüenza nacional -otra-, al que le salen espumas inmensas, icebergs de la memoria y de la impunidad con que un estado proxeneta siempre, con el Tajo, mira hacia otro lado.

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