martes, 30 enero 2024
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Cosas raras en Talavera

 

Miguel Angel SanchezEn Talavera pasan cosas raras. Al final, de tanto esquinarnos, nos ha salido un microclima especial, un espacio/escenario cruce de Macondo y aquel pueblo de Amanece que no es poco de Cuerda. Talavera se consume en su propio jugo, y se va quedando como esas morcillas de verano, escurridas y amaromadas en la troje. O como ese Tajo que ya no es Tajo y que nos viene espeso y desahuciado, inmenso paridero de falanges de mosquitos que como hordas sin piedad asaltan cada anochecida la ciudad desde el estercolero y pudridero en que han convertido al río que fue de arenas de oro y corriente de ovas.

En Talavera de la Reina pasan cosas raras. El pasado jueves, en el pleno ordinario de abril se trataba el asunto de prohibir jugar a la pelota y/o balón en todo el casco urbano. Y la posibilidad de requisar el balón al infractor. Y el asunto salió adelante. Una ciudad que prohíbe jugar a la pelota en los parques, en los espacios públicos de uso común, es una ciudad que tiene un problema. Empezamos prohibiendo a los niños jugar a la pelota, y acabamos prohibiendo a los mirlos anunciar la amanecida en las madrugadas de marzo. O prohibimos a los ruiseñores cantar a la noche de abril desde su emboscadura en la espesura de cualquier parque o zarzal olvidado. Prohibir usar el espacio urbano a los niños, es síntoma de una sociedad enferma, más allá de un error. Los niños a su pantalla, a su videoconsola, al mundo virtual… que el real mejor no tocarlo.

En Talavera pasan cosas raras. Tanto que nos hacen el vacío en los presupuestos. Talavera es como ese tonto que se lleva las palmadas en la espalda, las declaraciones de buenas intenciones y tal; mientras las tajadas y las prebendas siempre van para otro, más alto, más guapo y más lo que sea. Los presupuestos del Estado dejan en cifras reales un cuarto de millón de euros para la ciudad. Nada. Una cifra tan ridícula que hay que vestirla desde la propaganda oficial con las milongas de siempre. Eso sí: por todos los lados declaraciones de buenas intenciones: Senado, Cortes de Castilla-La Mancha y tal, Houston que allí tiene un problema; pero las tajadas como digo, a otro lado. Y aquí se nos queda la cara de tontos de siempre, porque el microclima nos protege de los vientos del norte, pero no de los olvidos recurrentes de Madrid y Toledo.

Ya le digo. En Talavera pasan cosas tan raras como que el alcalde diga que el pacto anti tranfuguismo está muerto y que a mí no me vengan con tonterías, que me empotro a dos ex concejales de Ciudadanos en mi gobierno y aquí paz y después gloria, oiga. Talavera de la Reina, tierra de trato y de negocio de bote pronto, es lo que tiene. Porque Talavera lo aguanta todo. Todo es posible en esta Talavera de vencejos guadañeando la tarde donde la tristeza se va posando como una poesía de nieblas de madrugada, una sábana lenta y persistente que cubre y cubre el día a día y que te va dejando los huesos fríos, deshabitados de cualquier esperanza.

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